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Villa de Orgaz

ORGAZ EN LOS TEXTO
Textos literarios

Del Rey abajo ninguno


Francisco de Rojas y Zorrilla
(1607-1648)

 

"Del rey abajo ninguno, y labrador mas honrado Garcia del Castanar. Comedia en 3 actos" es un drama sobre el honor del que no sabemos si el autor inventó totalmente su trama y puso en ella personajes históricos o recogió alguna antigua tradición. (1) Lo que sí parece claro es que el autor era buen conocedor de la zona del Castañar, por la descripción que hace del lugar, de la sierra y del camino de a Orgaz por la Vereda del Fraile. Este es su argumento:

 


Impreso en Valencia, 1808

Un rico labrador llamado Don García vive en una casa palacio en el Castañar con Doña Blanca su mujer. Su padre el Conde Garci Bermudo, que se había salvado de una condena a muerte por tomar partido por D. Sancho de la Cerda como posible rey de Castilla durante la minoría de edad del Rey Alfonso XI, terminó sus días escondido en los Montes de Toledo. Antes de morir pidió a su hijo que visitara al Conde de Orgaz para pedirle que fuera a visitarle con un confesor. Así el Conde revela a su hijo su linaje y le entrega todas sus riquezas con las que Don García comprará las tierras del Castañar.

En Orgaz Don García conoce a una joven, con la que se casa, llamada Blanca, que vive en casa de unos labriegos, sin que nadie conociera su origen noble excepto el Conde de Orgaz. Era hija del referido contrincante del Rey D. Sancho de dela Cerda, que al morir se la había confiado al Conde de Orgaz

Por entonces el Conde de Orgaz está preparando su marcha con el Rey Alfonso XI a la conquista de Algeciras (2). García del Castañar ofrece su aportación para esta campaña, y el Rey en correspondencia lo visita en el Castañar, yendo acompañado por don Mendo, un cortesano que pretende del Rey que le haga Caballero de la Banda. El Rey para pasar desapercibido se quita la banda roja de la Orden y se la coloca a Don Mendo. Don Mendo intentó conseguir los favores de Doña Blanca. Garcia lo confunde, pensando que es el rey quien requiere a Blanca, y estando seguro de la inocencia de su esposa y deja escapar a quien cree el rey antes que hubiera lugar a los hechos. Finalmente al comprender su error asesina a D. Mendo, obteniendo el perdón real. El Rey los llevará consigo a la guerra y la Reina, conociendo su parentesco con Blanca la acogerá en la Corte.

 

 
     
 

  Imágenes de la Compañía Nacional de Teatro Clásico 

 

En este fragmento de "Del Rey abajo ninguno" aparecen entre otros personajes, algunos relacionados con Orgaz: Doña Blanca (afirma ser de Orgaz), el Conde de Orgaz y un labrador de la misma villa.

 

PERSONAJES
  
  
DON GARCÍA,   labrador. 
DOÑA BLANCA,   labradora. 
TERESA,    labradora. 
BELARDO,   viejo. 
DON MENDO. 
BRAS. 
EL REY. 
LA REINA. 
EL CONDE DE ORGAZ,   viejo. 
TELLO,   criado. 
Dos caballeros. 
Músicos. 
Labradores. 

 

Jornada I
 
 
Sale el REY con banda roja atravesada, leyendo un memorial, y DON MENDO.

  
REY   
Don Mendo, vuestra demanda  
he visto. 
 
 
DON MENDO
Decid querella;  
que me hagáis, suplico en ella,  
caballero de la Banda.  
   Dos meses ha que otra vez 
esta merced he pedido;  
diez años os he servido  
en Palacio y otros diez  
   en la guerra, que mandáis  
que esto preceda primero 
a quien fuere caballero  
de la insignia que ilustráis.  
   Hallo, señor, por mi cuenta,  
que la puedo conseguir,  
que, si no, fuera pedir 
una merced para afrenta.  
   Respondióme lo vería;  
merezco vuestro favor,  
y está en opinión, señor,  
sin ella la sangre mía. 
 

REY   
Don Mendo, al Conde llamad.  
 
 
DON MENDO
Y a mi ruego, ¿qué responde?  
 
 
REY
Está bien; llamad al Conde.  
 
 
DON MENDO
El Conde viene. 
 
 
REY 
Apartad.  
 
  
(Sale el CONDE con un papel.)

  
DON MENDO    
Pedí con satisfacción 
la Banda, y no la pidiera  
si primero no me hiciera  
yo propio mi información.  
 
 
REY    
¿Qué hay de nuevo? 
 
 
CONDE
En Algecira  
temiendo están vuestra espada; 
contra vos el de Granada  
todo el África conspira.  
 
 
REY    
¿Hay dineros? 
 
 
CONDE
Reducido  
en este veréis, señor,  
el donativo mayor 
con que el reino os ha servido.  
 
 
REY  
 La información, ¿cómo está  
que os mandé hacer en secreto,  
Conde, para cierto efeto  
de don Mendo? ¿Hízose ya? 
 
 
CONDE    
Sí, señor. 
 
 
REY
¿Cómo ha salido?  
La verdad, ¿qué resultó?  
 
 
CONDE
Que es tan bueno como yo.  
 
 
REY
La gente con que ha servido  
   mi reino, ¿será bastante 
para aquesta empresa? 
 
 
CONDE
Freno  
seréis, Alfonso el Onceno,  
con él del moro arrogante.  
 
 
REY   
Quiero ver, conde de Orgaz,  
a quién deba hacer merced 
por sus servicios. Leed.  
 
 
CONDE
El reino os corone en paz  
   adonde el Genil felice  
arenas de oro reparte.  
 
 
REY
Guárdeos Dios, cristiano Marte. 
Leed, don Mendo. 
 
 
DON MENDO Así dice:  
   «Lo que ofrecen los vasallos  
para la empresa a que aspira  
Vuestra Alteza, de Algecira:  
En gente, plata y caballos, 
   don Gil de Albornoz dará  
diez mil hombres sustentados;  
el de Orgaz dos mil soldados;  
el de Astorga llevará  
   cuatro mil, y las ciudades 
pagarán diez y seis mil;  
con su gente hasta el Genil  
irán las tres Hermandades  
   de Castilla; el de Aguilar  
con mil caballos ligeros, 
mil ducados en dineros;  
García del Castañar  
   dará para la jornada  
cien quintales de cecina,  
dos mil fanegas de harina 
y cuatro mil de cebada;  
   catorce cubas de vino,  
tres hatos de sus ganados,  
cien infantes alistados,  
cien quintales de tocino; 
   «y doy esta poquedad  
porque el año ha sido corto,  
más ofrézcole, si importo  
también a Su Majestad,  
   un rústico corazón 
de un hombre de buena ley,  
que aunque no conoce al Rey,  
conoce su obligación.»  
 
 
REY  
 ¡Grande lealtad y riqueza!  
 
 
DON MENDO
Castañar, humilde nombre. 
 
 
REY
¿Dónde reside este hombre?  
 
 
CONDE
Oiga quién es Vuestra Alteza:  
   Cinco leguas de Toledo,  
Corte vuestra y patria mía,  
hay una dehesa adonde 
este labrador habita,  
que llaman el Castañar  
que con los montes confina,  
que desta imperial de España  
son posesiones antiguas. 
En ella un convento yace  
al pie de una sierra fría,  
del caballero de Asís,  
de Cristo efigie divina,  
porque es tanta de Francisco 
la humildad que le entroniza,  
que aun a los pies de una sierra  
sus edificios fabrica.  
Un valle el término incluye  
de castaños, y apellidan 
del Castañar, por el valle,  
al convento y a García,  
adonde, como Abraham,  
la caridad ejercita,  
porque en las cosechas andan 
el cielo y él a porfía.  
Junto del convento tiene  
una casa compartida  
en tres partes: una es  
de su rústica familia, 
copioso albergue de fruto  
de la vid y de la oliva,  
tesoro donde se encierra  
el grano de las espigas,  
que es la abundancia tan grande 
del trigo que Dios le envía,  
que los pósitos de España  
son de sus trojes hormigas;  
es la segunda un jardín  
cuyas flores, repartidas, 
fragantes estrellas son  
de la tierra y del sol hijas,  
tan varias y tan lucientes  
que parecen, cuando brillan,  
que bajó la cuarta esfera 
sus estrellas a esta quinta;  
es un cuarto la tercera  
en forma de galería,  
que de jaspes de San Pablo  
sobre tres arcos estriba; 
ilústranle unos balcones  
de verde y oro, y encima  
del tejado de pizarras  
globos de esmeraldas finas;  
en él vive con su esposa 
Blanca, la más dulce vida  
que vio el amor, compitiendo  
sus bienes con sus delicias,  
de quien no copio, señor,  
la beldad que el sol envidia, 
porque agora no conviene  
a la ocasión ni a mis días;  
baste deciros que siendo  
sus riquezas infinitas,  
con su esposa comparadas, 
es la menor de sus dichas.  
Es un hombre bien dispuesto,  
que continuo se ejercita  
en la caza, y tan valiente  
que vence a un toro en la lidia. 
Jamás os ha visto el rostro  
y huye de vos, porque afirma  
que es sol el Rey y no tiene  
para tantos rayos vista.  
García del Castañar  165
es éste y os certifica  
mi fe que, si le lleváis  
a la guerra de Algecira,  
que llevéis a vuestro lado  
una prudencia que os rija, 
una verdad sin embozo,  
una agudeza advertida,  
un rico sin ambición,  
un parecer sin porfía,  
un valiente con discurso 
y un labrador sin malicia.  
 
 
REY   
 ¡Notable hombre! 
 
 
CONDE
Os prometo  
que en él las partes se incluyen,  
que a Palacio constituyen  
un caballero perfeto. 
 
 
REY   
¿No me ha visto? 
 
 
CONDE
Eternamente.  
 
 
REY
Pues yo, Conde, le he de ver;  
dél experiencia he de hacer;  
yo y don Mendo solamente  
   y otros dos hemos de ir; 
pues es el camino breve,  
la cetrería se lleve  
porque podamos fingir  
   que vamos a caza, que hoy  
desta suerte le he de hablar, 
y en llegando el Castañar  
ninguno dirá quién soy.  
   ¿Qué os parece? 
 
 
CONDE
La agudeza  
a la ocasión corresponde.  
 
 
REY
Prevenid caballos, Conde. 
 
 
CONDE
Voy a serviros. 
 
 
 
 
(Vase, y sale la REINA.)

  
DON MENDO
Su Alteza.  
 
 
REINA    
¿Dónde, señor? 
 
 
REY
A buscar  
un tesoro sepultado  
que el Conde ha manifestado.  
 
 
REINA
¿Lejos? 
 
 
REY
 En el Castañar. 
 
 
REINA    
¿Volveréis? 
 
 
REY
Luego que ensaye  
en el crisol su metal.  
 
 
REINA
Es la ausencia grave mal.  
 
 
REY
Antes que los montes raye  
   el sol, volveré, señora, 
a vivir la esfera mía.  
 
 
REINA
Noche es la ausencia. 
 
 
REY
Vos, día.  
 
 
REINA
Vos, mi sol. 
 
 
REY
Y vos, mi aurora.  
 
 
 
 
(Vase la REINA.)

  
DON MENDO    
¿Qué decís a mi demanda?  
 
 
REY
De vuestra nobleza estoy 
satisfecho, y pondré hoy  
en vuestro pecho esta banda;  
   que si la doy por honor  
a un hombre indigno, don Mendo,  
será en su pecho remiendo 
en tela de otra color,  
   y al noble seré importuno  
si a su desigual permito,  
porque, si a todos admito,  
no la estimará ninguno. 
 
 
 
 
(Vanse, y sale DON GARCÍA, labrador.)

  
DON GARCÍA    
Fábrica hermosa mía,  
habitación de un infeliz dichoso,  
oculto desde el día  
que el castellano pueblo vitorioso,  
con lealtad oportuna, 
al niño Alfonso coronó en la cuna.  
   En ti vivo contento,  
sin desear la Corte o su grandeza,  
al ministerio atento  
del campo donde encubro mi nobleza, 
en quien fui peregrino  
y estraño huésped, y quedé vecino.  
   En ti, de bienes rico,  
vivo contento con mi amada esposa,  
cubriendo su pellico 
nobleza, aunque ignorada, generosa;  
que aunque su ser ignoro,  
sé su virtud y su belleza adoro.  
   En la casa vivía  
de un labrador de Orgaz, prudente y cano; 
vila, y dejóme un día,  
como suele quedar en el verano,  
del rayo a la violencia,  
ceniza el cuerpo, sana la apariencia.  
   Mi mal consulté al Conde, 
y asegurando que en mi esposa bella  
sangre ilustre se esconde,  
caséme amante y me ilustré con ella,  
que acudí, como es justo,  
primero a la opinión y luego al gusto. 
   Vivo en feliz estado,  
aunque no sé quién es y ella lo ignora,  
secreto reservado  
al Conde, que la estima y que la adora;  
ni jamás ha sabido 
que nació noble el que eligió marido  
   mi Blanca, esposa amada,  
que divertida entre sencilla gente  
de su jardín traslada  
puros jazmines a su blanca frente. 
Mas ya todo me avisa  
que sale Blanca, pues que brota risa.  
 
 
 
(Salen DOÑA BLANCA, labradora, con flores, BRAS, TERESA, y BELARDO, viejo, y MÚSICOS pastores.)

  
MÚSICOS  Ésta es blanca como el sol,  
   que la nieve no.  
Ésta es hermosa y lozana, 
   como el sol,  
que parece a la mañana,  
   como el sol,  
que aquestos campos alegra,  
   como el sol, 
con quien es la nieve negra,  
y del almendro la flor.  
Ésta es blanca como el sol,  
   que la nieve no.  
 
 
DON GARCÍA   
Esposa, Blanca querida, 
injustos son tus rigores,  
si por dar vida a las flores  
me quitas a mí la vida.  
 
 
DOÑA BLANCA   
Mal daré vida a las flores  
cuando pisarlas suceda, 
pues mi vida ausente queda  
adonde animas amores;  
   porque así quiero, García,  
sabiendo cuánto me quieres,  
que si tu vida perdieres, 
puedas vivir con la mía.  
 
 
DON GARCÍA   
No habrá merced que sea mucha,  
Blanca, ni grande favor  
si le mides con mi amor.  
 
 
DOÑA BLANCA
¿Tanto me quieres? 
 
 
DON GARCÍA
Escucha: 
   No quiere el segador al aura fría,  
ni por abril el agua mis sembrados,  
ni yerba en mi dehesa mis ganados,  
ni los pastores la estación umbría,  
   ni el enfermo la alegre luz del día, 
la noche los gañanes fatigados,  
blandas corrientes de amenos prados,  
más que te quiero, dulce esposa mía;  
   que si hasta hoy su amor desde el primero  
hombre juntaran, cuando así te ofreces, 
en un sujeto a todos les prefiero;  
   y aunque sé, Blanca, que mi fe agradeces,  
y no puedo querer más que te quiero,   
aun no te quiero como tú mereces.  
 
 
DOÑA BLANCA   
No quieren más las flores al rocío, 
que en los fragantes vasos el sol bebe;  
las arboledas la deshecha nieve,  
que es cima de cristal y después río;  
   el índice de piedra al norte frío,  
el caminante al iris cuando llueve, 
la obscura noche la traición aleve,  
más que te quiero, dulce esposo mío;  
   porque es mi amor tan grande, que a tu nombre  
como a cosa divina construyera  
aras donde adorarle, y no te asombre, 
   porque si el ser de Dios no conociera,  
dejara de adorarte como hombre,  
y por Dios te adorara y te tuviera.  
 
 
BRAS   
Pues están Blanca y García  
como palomos de bien, 
resquiebrémonos también,  
porque desde ellotri día  
   tu carilla me engarrucha.  
 
 
TERESA
Y a mí tu talle, mi Bras.  
 
 
BRAS
Mas que te quiero yo más. 
 
 
TERESA   
¡Mas que no! 
 
 
BRAS
Teresa, escucha:  
   Desde que te vi, Teresa,  
en el arroyo a pracer,  
ayudándote a torcer  
los manteles de la mesa, 
   y torcidos y lavados,  
nos dijo cierto estodiante:  
«Así a un pobre pleiteante  
suelen dejar los letrados»;  
   eres de mí tan querida 
como lo es de un logrero  
la vida de un caballero  
que dio un juro de por vida.  
 
 
 
 
(Sale TELLO.)

  
TELLO   
Envidie, señor García,  
vuestra vida el más dichoso. 
Sólo en vos reina el reposo.  
 
 
DOÑA BLANCA
¿Qué hay, Tello? 
 
 
TELLO
¡Oh, señora mía!  
   ¡Oh, Blanca hermosa, de donde  
proceden cuantos jazmines  
dan fragancia a los jardines! 
Vuestras manos besa el Conde.  
 
 
DOÑA BLANCA    
¿Cómo está el Conde? 
 
 
TELLO
Señora,  
a vuestro servicio está.  
 
 
DON GARCÍA
Pues, Tello, ¿qué hay por acá?  
 
 
TELLO
Escuchad aparte agora: 
   Hoy, con toda diligencia,  
me mandó que éste os dejase  
y respuesta no esperase.  
Con esto, dadme licencia.  
 
 
DON GARCÍA   
¿No descansaréis? 
 
 
TELLO
Por vos  355
me quedara hasta otro día;  
que no han de verme, García,  
los que vienen cerca. Adiós...  
 (Vase.)
 
 
 
DON GARCÍA   
El sobre escrito es a mí.  
¿Mas que me riñe, porque 
corto el donativo fue  
que hice al Rey? Mas dice así:  
   «El Rey, señor don García,  
que su ofrecimiento vio,  
admirado preguntó 
quién era vueseñoría;  
   díjele que un labrador  
desengañado y discreto,  
y a examinar va en secreto  
su prudencia y su valor. 
    No se dé por entendido,  
no diga quién es al Rey,  
porque aunque estime su ley,  
fue de su padre ofendido,  
   y sabe cuánto le enoja 
quien su memoria despierta.  
Quede adiós, y el Rey, advierta  
que es el de la banda roja.  
   El conde de Orgaz, su amigo». 
Rey Alfonso, si supieras 
quién soy, ¡cómo previnieras  
contra mi sangre el castigo  
    de un difunto padre! 
 
 
DOÑA BLANCA
Esposo,  
silencio y poco reposo  
indicios de triste son. 
    ¿Qué tienes? 
 
 
DON GARCÍA
Mándame, Blanca,  
en éste el Conde, que hospede  
a unos señores. 
 
 
DOÑA BLANCA
Bien puede,  
pues tiene esta casa franca.  
 
 
BRAS   
De cuatro rayos con crines, 
generación española,  
de unos cometas con cola,  
o aves, y al fin rocines,  
   que andan bien y vuelan mal,  
cuatro bizarros señores 
que parecen cazadores,  
se apean en el portal.  
 
 
DON GARCÍA   
No te des por entendida  
de que sabemos que vienen.  
 
 
TERESA
¡Qué lindos talles que tienen! 
 
 
BRAS
¡Pardiez, que es gente llocida!  
 
 
 
 
(Salen el REY sin banda y DON MENDO con banda, y otros dos cazadores.)

  
REY   
Guárdeos Dios, los labradores.  
 
 
DON GARCÍA
(Ya veo al de la divisa.)  
Caballeros de alta guisa,  
Dios os dé bienes y honores. 
    ¿Qué mandáis? 
 
 
DON MENDO
¿Quién es aquí  
García del Castañar?  
 
 
DON GARCÍA
Yo soy, a vuestro mandar.  
 
 
DON MENDO
Galán sois. 
 
 
DON GARCÍA
Dios me hizo ansí.  
 
 
BRAS   
Mayoral de sus porqueros 
só, y porque mucho valgo,  
miren si los mando en algo  
en mi oficio, caballeros,  
   que lo haré de mala gana,  
como verán por la obra. 
 
 
DON GARCÍA
¡Quita, bestia! 
 
 
BRAS
El bestia sobra.  
 
 
REY
¡Qué simplicidad tan sana!  
    Guárdeos Dios. 
 
 
DON GARCÍA 
Vuestra persona,  
aunque vuestro nombre ignoro,  
me aficiona. 
 
 
BRAS
Es como un oro; 
a mí también me inficiona.  
 
 
DON MENDO   
Llegamos al Castañar  
volando un cuervo, supimos  
de vuestra casa, y venimos  
a verla y a descansar 
   un rato, mientras que pasa  
el sol de aqueste horizonte.  
 
 
DON GARCÍA 
Para labrador de un monte  
grande juzgaréis mi casa,  
   y aunque un albergue pequeño 
para tal gente será,  
sus defetos suplirá  
la voluntad de su dueño.  
 
 
DON MENDO   
¿Nos conocéis? 
 
 
DON GARCÍA
No, en verdad,  
que nunca de aquí salimos. 
 
 
DON MENDO
En la Cámara servimos  
los cuatro a Su Majestad,  
   para serviros, García.  
¿Quién es esta labradora?  
 
 
DON GARCÍA
Mi mujer. 
 
 
DON MENDO
Gocéis, señora, 
tan honrada compañía  
   mil años, y el cielo os dé  
más hijos que vuestras manos  
arrojan al campo granos.  
 
 
DOÑA BLANCA
No serán pocos, a fe. 
 
 
DON MENDO   
¿Cómo es vuestro nombre? 
 
 
DOÑA BLANCA
Blanca.  
 
 
DON MENDO
Con vuestra beldad conviene.  
 
 
DOÑA BLANCA
No puede serlo quien tiene  
la cara a los aires franca.  
 
 
REY   
Yo también, Blanca, deseo 
que veáis siglos prolijos  
los dos, y de vuestros hijos  
veáis más nietos que veo  
   árboles en vuestra tierra,  
siendo a vuestra sucesión 
breve para habitación  
cuanto descubre esa sierra.  
 
 
BRAS   
No digan más desatinos.  
¡Qué poco en hablar reparan!  
Si todo el campo pobraran, 
¿dónde han de estar mis cochinos?  
 
 
DON GARCÍA  
 Rústico entretenimiento  
será para vos mi gente;  
pues la ocasión lo consiente,  
recebid sin cumplimiento 
   algún regalo de mi casa.  
Tú disponlo, Blanca mía.  
 
 
DON MENDO
(Llámala fuego, García,  
pues el corazón me abrasa.)  
 
 
REY   
Tan hidalga voluntad 
es admitirla nobleza.  
 
 
DON GARCÍA
Con esta misma llaneza  
sirviera a Su Majestad,  
   que aunque no le he visto, intento  
servirle con afición. 
 
 
REY
¿Para no verle hay razón?  
 
 
DON GARCÍA ¡
Oh, señor, ese es gran cuento!  
   Dejalde para otro día.  
Tú, Blanca, Bras y Teresa,  
id a prevenir la mesa 
con alguna niñería.  
 
 
 
 
(Vanse.)

  
REY  
 Pues yo sé que el rey Alfonso  
tiene noticia de vos.  
 
 
DON MENDO
Testigos somos los dos.   
 
 
DON GARCÍA
¿El Rey de un villano intonso? 
 
 
REY   
Y tanto el servicio admira  
que hicisteis a su Corona,  
ofreciendo ir en persona  
a la guerra de Algecira,  
   que si la Corte seguís, 
os ha de dar a su lado  
el lugar más envidiado  
de Palacio. 
 
 
DON GARCÍA
¿Qué decís?  
Más precio entre aquellos cerros  
salir a la primer luz, 
prevenido el arcabuz,  
y que levanten mis perros  
una banda de perdices,  
y codicioso en la empresa,  
seguirlas por la dehesa  
con esperanzas felices  
   de verlas caer al suelo,  
y cuando son a los ojos  
pardas nubes con pies rojos,  
batir sus alas al vuelo 
   y derribar esparcidas  
tres o cuatro, y anhelando  
mirar mis perros buscando  
las que cayeron heridas,  
   con mi voz que los provoca, 
y traerlas, que palpitan  
a mis manos, que las quitan  
con su gusto de su boca;  
   levantarlas, ver por dónde  
entró entre la pluma el plomo, 
volverme a mi casa, como  
suele de la guerra el Conde  
   a Toledo, vencedor;  
pelarlas dentro en mi casa,  
perdigarlas en la brasa 
y puestas en la asador,  
   con seis dedos de un pernil,  
que a cuatro vueltas o tres,  
pastilla de lumbre es,  
y canela del Brasil; 
   y entregarlas a Teresa,  
que con vinagre y aceite  
y pimienta, sin afeite,  
las pone en mi limpia mesa,  
   donde, en servicio de Dios, 
una yo y otra mi esposa  
nos comemos, que no hay cosa  
como a dos perdices, dos;  
    y levantando una presa  
dársela a Teresa, más 
porque tenga envidia Bras  
que por dársela a Teresa,  
   y arrojar a mis sabuesos  
el esqueleto roído,  
y oír por tono el crujido 
de los dientes y los huesos,  
   y en el cristal transparente  
brindar, y con mano franca  
hacer la razón mi Blanca  
con el cristal de una fuente; 
   levantar la mesa, dando  
gracias a quien nos envía  
el sustento cada día,  
varias cosas platicando.  
    Que aqueso es el Castañar, 
que en más estimo, señor,  
que cuanta hacienda y honor  
los reyes me pueden dar.  
 
 
REY   
Pues, ¿cómo al Rey ofrecéis  
ir en persona a la guerra 
si amáis tanto vuestra tierra?  
 
 
DON GARCÍA
Perdonad, no lo entendéis.  
   El Rey es de un hombre honrado,  
en necesidad sabida,  
de la hacienda y de la vida 
acreedor privilegiado;  
    agora, con pecho ardiente,  
se parte al Andalucía  
para estirpar la herejía,  
sin dineros y sin gente; 
   así, le envié a ofrecer  
mi vida, sin ambición,  
por cumplir mi obligación  
y porque me ha menester;  
   que como hacienda debida
al Rey le ofrecí de nuevo  
este vida que le debo,  
sin esperar que la pida.  
 
 
REY   
Pues, concluida la guerra,  
¿no os quedaréis en Palacio? 
 
 
DON GARCÍA
Vívese aquí más de espacio,  
es más segura esta tierra.  
 
 
REY  
 Posible es que os ofrezca  
el Rey lugar soberano.  
 
 
DON GARCÍA
¿Y es bien que le dé a un villano 
el lugar que otro merezca?  
 
 
REY   
Elegir el Rey amigo   
es distributiva ley.  
Bien puede. 
 
 
DON GARCÍA
Aunque pueda, el Rey  
no lo acabará conmigo, 
   que es peligrosa amistad  
y sé que no me conviene,  
que a quien ama es el que tiene  
más poca seguridad;  
   que por acá siempre he oído, 
que vive más arriesgado  
el hombre del Rey amado  
que quien es aborrecido,  
   porque el uno se confía  
y el otro se guarda dél. 
Tuve yo un padre muy fiel,  
que muchas veces decía,  
   dándome buenos consejos,  
que tenía certidumbre  
que era el Rey como la lumbre: 
que calentaba de lejos  
   y desde cerca quemaba.  
 
 
REY
También dicen más de dos  
que suele hacer como Dios,  
del lodo que se pisaba, 
   un hombre ilustrado, a quien  
le venere el más bizarro.  
 
 
DON GARCÍA
Muchos le han hecho de barro  
y le han deshecho también.  
 
 
REY   
Sería el hombre imperfeto. 
 
 
DON GARCÍA
Sea imperfeto o no sea,  
el Rey, a quien no desea,  
¿qué puede darle en efeto?  
 
 
REY   
Daráos premios. 
 
 
DON GARCÍA
Y castigos.  
 
 
REY
Daráos gobierno. 
 
 
DON GARCÍA
Y cuidados. 
 
 
REY
Daráos bienes. 
 
 
DON GARCÍA
Envidiados.  
 
 
REY
Daráos favor. 
 
 
DON GARCÍA
Y enemigos.  
   Y no os tenéis que cansar,  
que yo sé no me conviene  
ni daré por cuanto tiene 
un dedo del Castañar.  
   Esto sin que un punto ofenda  
a sus reales resplandores,  
mas lo que importa, señores,  
es prevenir la merienda. 
  (Vase.)
 
 
 
REY   
Poco el Conde lo encarece:  
más es de lo que pensaba.  
 
 
DON MENDO
La casa es bella. 
 
 
REY
Estremada.  
¿Cuál lo mejor os parece?  
 
 
DON MENDO   
Si ha de decir la fe mía 
la verdad a Vuestra Alteza,  
me parece la belleza  
de la mujer de García.  
 
 
REY   
Es hermosa. 
 
 
DON MENDO
Es celestial,  
es ángel de nieve pura. 
 
 
REY
¿Ése es amor? 
 
 
DON MENDO
La hermosura,  
¿a quién le parece mal?  
 
 
REY   
Cubríos, Mendo. ¿Qué hacéis?  
Que quiero en la soledad  
deponer la majestad. 
 
 
DON MENDO
Mucho, Alfonso, recogéis  
   vuestros rayos, satisfecho  
que sois por fe venerado,  
tanto, que os habéis quitado  
la roja banda del pecho 
   para encubriros y dar  
aliento nuevo a mis bríos.  
 
 
REY
No nos conozcan; cubríos,  
que importa disimular.  
 
 
DON MENDO   
Rico hombre soy, y de hoy más. 
Grande es bien que por vos quede.  
 
 
REY
Pues ya lo dije, no puede  
volver mi palabra atrás.  
 
 
 
 
(Sale DOÑA BLANCA.)

  
DOÑA BLANCA   
Entrad, si queréis, señores,  
merendar, que ya os espera 
como una primavera  
la mesa llena de flores.  
 
 
DON MENDO   
¿Y qué tenéis que nos dar?  
 
 
DOÑA BLANCA
¿Para qué saberlo quieren?  
Comerán lo que les dieren, 
pues que no lo han de pagar,  
   o quedaránse en ayunas;  
mas nunca faltan, señores,  
en casa de labradores  
queso, arrope y aceitunas, 
   y blanco pan les prometo,  
que amasamos yo y Teresa,  
que pan blanco y limpia mesa  
   abren a un muerto las ganas;  
uvas de un majuelo mío, 
y en blanca miel de rocío,  
berenjenas toledanas;  
   perdices en escabeche,  
y de un jabalí, aunque fea,  
una cabeza en jalea, 
porque toda se aproveche;  
   cocido en vino, un jamón,  
y un chorizo que provoque  
a que con el vino aloque,  
hagan todos la razón; 
   dos ánades y cecinas  
cuantas los montes ofrecen,  
cuyas hebras me parecen  
deshojadas clavellinas,  
   que cuando vienen a estar 
cada una de por sí,  
como seda carmesí,  
se pueden al torno hilar.  
 
 
REY   
 Vamos, Blanca. 
 
 
DOÑA BLANCA
Hidalgos, ea,  
merienden y buena pro. 
 
 
 
 
(Vanse el REY y los dos cazadores.)

  
DON MENDO
Labradora, ¿quién te vio  
que amante no te desea?  
 
 
DOÑA BLANCA   
Venid y callad, señor.  
 
 
DON MENDO
Cuanto previenes, trocara  
a un plato que sazonara 
en tu voluntad amor.  
 
 
DOÑA BLANCA   
Pues, decidme, cortesano,  
el que trae la banda roja:  
¿qué en mi casa se os antoja  
para guisarle? 
 
 
DON MENDO
Tu mano. 
 
 
DOÑA BLANCA   
Una mano en almodrote  
de vaca os sabrá más bien;  
guarde Dios mi mano, amén,  
no se os antoje en jigote,  
   que harán, si la tienen gana, 
si no hay quien los replique,  
que se pique y se repique  
la mano de una villana  
   para que un señor la coma.  
 
 
DON MENDO
La voluntad la sazone 
para mis labios. 
 
 
DOÑA BLANCA
Perdone;  
bien está San Pedro en Roma.  
   Y si no lo habéis sabido,  
sabed, señor, en mi trato,  
que sólo sirve ese plato 
al gusto de mi marido,  
   y me lo paga muy bien,  
sin lisonjas ni rodeos.  
 
 
DON MENDO
Yo, con mi estado y deseos,  
te lo pagaré también. 
 
 
DOÑA BLANCA  
 En mejor mercadería  
gastad los intentos vanos,  
que no compraran gitanos  
a la mujer de García,  
   que es muy ruda y montaraz. 
 
 
DON MENDO
Y bella como una flor.  
 
 
DOÑA BLANCA
¿Que de dónde soy, señor?  
Para serviros, de Orgaz.  
 
 
DON MENDO   
Que eres del cielo sospecho,  
y en el rigor, de la sierra. 
 
 
DOÑA BLANCA
¿Son bobas las de mi tierra?  
Merendad, y buen provecho.  
 
 
DON MENDO   
No me entiendes, Blanca mía.  
 
 
DOÑA BLANCA
Bien entiendo vuestra trova,  
que no es del todo boba 
la de Orgaz, por vida mía.  
 
 
DON MENDO    Pues por tus ojos amados  
que has de oírme, la de Orgaz.  
 
 
DOÑA BLANCA
Tengamos la fiesta en paz;  
entrad ya, que están sentados, 
   y tened más cortesía.  
 
 
DON MENDO
Tú menos riguridad.  
 
 
DOÑA BLANCA
Si no queréis, aguardad.  
¡Ah, marido! ¡Hola, García!  
 
 
 
 
(Sale DON GARCÍA.)

  
DON GARCÍA    
¿Qué queréis, ojos divinos? 
 
 
DOÑA BLANCA
Haced al señor entrar,  
que no quiere hasta acabar  
un cuento de Calaínos.  
 
 
DON GARCÍA 
(Aparte.
 
¡Si el cuento fuera de amor  
del Rey, que Blanca me dice, 
para ser siempre infelice!  
Mas si viene a darme honor  
   Alfonso, no puede ser;  
cuando no de mi linaje,  
se me ha pegado del traje 
la malicia y proceder.  
   Sin duda no quiere entrar  
por no estar con sus criados  
en una mesa sentados;  
quiéroselo suplicar 
   de manera que no entienda  
que le conozco). Señor,  
entrad y haréisme favor  
y alcanzad de la merienda  
   un bocado, que os le dan 
con voluntad y sin paga,  
y mejor provecho os haga  
que no el bocado de Adán.  
 
 
 
 
(Sale BRAS y saca algo de comer y un jarro cubierto.)

  
BRAS   
Un caballero me envía  
a decir como os espera. 
 
 
DON MENDO
¿Cómo, Blanca, eres tan fiera?  
  (Vase.)
 
 
 
DOÑA BLANCA
Así me quiere García.  
 
 
DON GARCÍA   
¿Es el cuento? 
 
 
DOÑA BLANCA
Proceder  
en él quiere pertinaz;  
mas déjala a la de Orgaz, 
que ella sabrá responder.  
  (Vase.)
 
 
 
BRAS   
Todos están en la mesa;  
quiero, a solas y sentado,  
mamarme lo que he arrugado,  
sin que me viese Teresa.  780
   ¡Qué bien que se satisface  
un hombre sin compañía!  
Bebed, Bras, por vida mía.  
 
 (Dentro.)

 Bebed vos. 
 
 
BRAS
¿Yo? Que me place.  
 
 
 
 
(Salen todos.)

  
REY   
Caballero, ya declina 
el sol al mar Oceano.  
 
 
DON GARCÍA
Comed más, que aún es temprano;  
ensanchad bien la pretina.  
 
 
REY   
Quieren estos caballeros  
un ave en la tierra rasa, 
volarla. 
 
 
DON GARCÍA
Pues a mi casa  
os volved. 
 
 
REY
Obedeceros  
no es posible. 
 
 
DON GARCÍA
Cama blanda  
ofrezco a todos, señores,  
y con almohadas de flores, 
sábanas nuevas de Holanda.  
 
 
REY    
Vuestro gusto fuera ley,  
García, que no podemos,  
que desde mañana hacemos  
los cuatro semana al Rey, 
   y es fuerza estar en Palacio.  
Blanca, adiós; adiós, García.  
 
 
DON GARCÍA
El cielo os guarde. 
 
 
REY
Otro día  
hablaremos más despacio.  
  (Vase.)
 
 
 
DON MENDO   
Labradora, hermosa mía, 
ten de mi dolor memoria.  
 
 
DOÑA BLANCA
Caballero, aquesa historia  
se ha de tratar con García.  
 
 
DON GARCÍA   
¿Qué decís? 
 
 
DON MENDO
Que dé a los dos  
el Cielo vida y contento. 
 
 
DOÑA BLANCA
Adiós, señor, el del cuento.  
 
 
DON MENDO
(¡Muerto voy!). Adiós. 
 
 
DON GARCÍA
Adiós.  
   Y tú, bella como el Cielo,  
ven al jardín, que convida  
con dulce paz a mi vida, 
sin consumirla el anhelo  
   del pretendiente que aguarda  
el mal seguro favor,  
la sequedad del señor,  
ni la provisión que tarda, 
   ni la esperanza que yerra,  
ni la ambición arrogante  
del que, armado de diamante  
busca al contrario en la guerra,  
   ni por los mares el Norte, 
que envidia pudiera dar  
a cuantos del Castañar  
van esta tarde a la Corte.  
   Mas por tus divinos ojos,  
adorada Blanca mía, 
que es hoy el primero día  
que he tropezado en enojos.  
 
 
DOÑA BLANCA   
¿De qué son tus descontentos?  
 
 
DON GARCÍA
Del cuento del cortesano.  
 
 
DOÑA BLANCA
Vamos al jardín, hermano, 
que esos son cuentos de cuentos.  

 


Lectura recomendada:
RODRIGUEZ RODRIGUEZ, J.J.:
El desentierro del Conde de Orgaz en la comedia "del Rey abajo, ninguno"
.— En Patrimonio textual y humanidades digitales / Pedro Manuel Cátedra García (dir.), Juan Miguel Valero Moreno (dir.), Vol. 5, 2020, págs. 187-206




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Texto tomado de: ROJAS ZORRILLA, Francisco de
: Del Rey abajo, ninguno.- Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 1999 .- Edición digital basada en la de Parte quarenta y dos de comedias de diferentes autores ..., Zaragoza, Iuan Ibar, 1650.- Disponible en: http://www.cervantesvirtual.com

(1) Claramente el Conde de Orgaz es un personaje histórico, no así García del Castañar. Parece que Blanca pudiera identificarse con Doña Blanca de la Cerda y de Lara, que fue hija de D. Fernando de la Cerda, hijo segundo del Infante de La Cerda, primogénito de Alfonso X el Sabio. Casó con D. Juan Manuel , Príncipe de Villena (no con García del Castañar).

(2) La referencia al conde de Orgaz es anacrónica, ya que por entónces no existía el Condado de Orgaz, sino el Señorío de Orgaz. Fue el V Señor de Orgaz.- Martín Fernández de Toledo quien participó la conquista de Algeciras (1344) llevada a cabo por el rey Alfonso XI..


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Creación: mayo 2010 / Última modificación: