REY
Don Mendo, vuestra demanda
he visto.
DON MENDO
Decid querella;
que me hagáis, suplico en ella,
caballero de la Banda.
Dos meses ha que otra vez
esta merced he pedido;
diez años os he servido
en Palacio y otros diez
en la guerra, que mandáis
que esto preceda primero
a quien fuere caballero
de la insignia que ilustráis.
Hallo, señor, por mi cuenta,
que la puedo conseguir,
que, si no, fuera pedir
una merced para afrenta.
Respondióme lo vería;
merezco vuestro favor,
y está en opinión, señor,
sin ella la sangre mía.
REY
Don Mendo, al Conde llamad.
DON MENDO
Y a mi ruego, ¿qué responde?
REY
Está bien; llamad al Conde.
DON MENDO
El Conde viene.
REY
Apartad.
(Sale el CONDE con un papel.)
DON MENDO
Pedí con satisfacción
la Banda, y no la pidiera
si primero no me hiciera
yo propio mi información.
REY
¿Qué hay de nuevo?
CONDE
En Algecira
temiendo están vuestra espada;
contra vos el de Granada
todo el África conspira.
REY
¿Hay dineros?
CONDE
Reducido
en este veréis, señor,
el donativo mayor
con que el reino os ha servido.
REY
La información, ¿cómo está
que os mandé hacer en secreto,
Conde, para cierto efeto
de don Mendo? ¿Hízose ya?
CONDE
Sí, señor.
REY
¿Cómo ha salido?
La verdad, ¿qué resultó?
CONDE
Que es tan bueno como yo.
REY
La gente con que ha servido
mi reino, ¿será bastante
para aquesta empresa?
CONDE
Freno
seréis, Alfonso el Onceno,
con él del moro arrogante.
REY
Quiero ver, conde de Orgaz,
a quién deba hacer merced
por sus servicios. Leed.
CONDE
El reino os corone en paz
adonde el Genil felice
arenas de oro reparte.
REY
Guárdeos Dios, cristiano Marte.
Leed, don Mendo.
DON MENDO Así dice:
«Lo que ofrecen los vasallos
para la empresa a que aspira
Vuestra Alteza, de Algecira:
En gente, plata y caballos,
don Gil de Albornoz dará
diez mil hombres sustentados;
el de Orgaz dos mil soldados;
el de Astorga llevará
cuatro mil, y las ciudades
pagarán diez y seis mil;
con su gente hasta el Genil
irán las tres Hermandades
de Castilla; el de Aguilar
con mil caballos ligeros,
mil ducados en dineros;
García del Castañar
dará para la jornada
cien quintales de cecina,
dos mil fanegas de harina
y cuatro mil de cebada;
catorce cubas de vino,
tres hatos de sus ganados,
cien infantes alistados,
cien quintales de tocino;
«y doy esta poquedad
porque el año ha sido corto,
más ofrézcole, si importo
también a Su Majestad,
un rústico corazón
de un hombre de buena ley,
que aunque no conoce al Rey,
conoce su obligación.»
REY
¡Grande lealtad y riqueza!
DON MENDO
Castañar, humilde nombre.
REY
¿Dónde reside este hombre?
CONDE
Oiga quién es Vuestra Alteza:
Cinco leguas de Toledo,
Corte vuestra y patria mía,
hay una dehesa adonde
este labrador habita,
que llaman el Castañar
que con los montes confina,
que desta imperial de España
son posesiones antiguas.
En ella un convento yace
al pie de una sierra fría,
del caballero de Asís,
de Cristo efigie divina,
porque es tanta de Francisco
la humildad que le entroniza,
que aun a los pies de una sierra
sus edificios fabrica.
Un valle el término incluye
de castaños, y apellidan
del Castañar, por el valle,
al convento y a García,
adonde, como Abraham,
la caridad ejercita,
porque en las cosechas andan
el cielo y él a porfía.
Junto del convento tiene
una casa compartida
en tres partes: una es
de su rústica familia,
copioso albergue de fruto
de la vid y de la oliva,
tesoro donde se encierra
el grano de las espigas,
que es la abundancia tan grande
del trigo que Dios le envía,
que los pósitos de España
son de sus trojes hormigas;
es la segunda un jardín
cuyas flores, repartidas,
fragantes estrellas son
de la tierra y del sol hijas,
tan varias y tan lucientes
que parecen, cuando brillan,
que bajó la cuarta esfera
sus estrellas a esta quinta;
es un cuarto la tercera
en forma de galería,
que de jaspes de San Pablo
sobre tres arcos estriba;
ilústranle unos balcones
de verde y oro, y encima
del tejado de pizarras
globos de esmeraldas finas;
en él vive con su esposa
Blanca, la más dulce vida
que vio el amor, compitiendo
sus bienes con sus delicias,
de quien no copio, señor,
la beldad que el sol envidia,
porque agora no conviene
a la ocasión ni a mis días;
baste deciros que siendo
sus riquezas infinitas,
con su esposa comparadas,
es la menor de sus dichas.
Es un hombre bien dispuesto,
que continuo se ejercita
en la caza, y tan valiente
que vence a un toro en la lidia.
Jamás os ha visto el rostro
y huye de vos, porque afirma
que es sol el Rey y no tiene
para tantos rayos vista.
García del Castañar 165
es éste y os certifica
mi fe que, si le lleváis
a la guerra de Algecira,
que llevéis a vuestro lado
una prudencia que os rija,
una verdad sin embozo,
una agudeza advertida,
un rico sin ambición,
un parecer sin porfía,
un valiente con discurso
y un labrador sin malicia.
REY
¡Notable hombre!
CONDE
Os prometo
que en él las partes se incluyen,
que a Palacio constituyen
un caballero perfeto.
REY
¿No me ha visto?
CONDE
Eternamente.
REY
Pues yo, Conde, le he de ver;
dél experiencia he de hacer;
yo y don Mendo solamente
y otros dos hemos de ir;
pues es el camino breve,
la cetrería se lleve
porque podamos fingir
que vamos a caza, que hoy
desta suerte le he de hablar,
y en llegando el Castañar
ninguno dirá quién soy.
¿Qué os parece?
CONDE
La agudeza
a la ocasión corresponde.
REY
Prevenid caballos, Conde.
CONDE
Voy a serviros.
(Vase, y sale la REINA.)
DON MENDO
Su Alteza.
REINA
¿Dónde, señor?
REY
A buscar
un tesoro sepultado
que el Conde ha manifestado.
REINA
¿Lejos?
REY
En el Castañar.
REINA
¿Volveréis?
REY
Luego que ensaye
en el crisol su metal.
REINA
Es la ausencia grave mal.
REY
Antes que los montes raye
el sol, volveré, señora,
a vivir la esfera mía.
REINA
Noche es la ausencia.
REY
Vos, día.
REINA
Vos, mi sol.
REY
Y vos, mi aurora.
(Vase la REINA.)
DON MENDO
¿Qué decís a mi demanda?
REY
De vuestra nobleza estoy
satisfecho, y pondré hoy
en vuestro pecho esta banda;
que si la doy por honor
a un hombre indigno, don Mendo,
será en su pecho remiendo
en tela de otra color,
y al noble seré importuno
si a su desigual permito,
porque, si a todos admito,
no la estimará ninguno.
(Vanse, y sale DON GARCÍA, labrador.)
DON GARCÍA
Fábrica hermosa mía,
habitación de un infeliz dichoso,
oculto desde el día
que el castellano pueblo vitorioso,
con lealtad oportuna,
al niño Alfonso coronó en la cuna.
En ti vivo contento,
sin desear la Corte o su grandeza,
al ministerio atento
del campo donde encubro mi nobleza,
en quien fui peregrino
y estraño huésped, y quedé vecino.
En ti, de bienes rico,
vivo contento con mi amada esposa,
cubriendo su pellico
nobleza, aunque ignorada, generosa;
que aunque su ser ignoro,
sé su virtud y su belleza adoro.
En la casa vivía
de un labrador de Orgaz, prudente y cano;
vila, y dejóme un día,
como suele quedar en el verano,
del rayo a la violencia,
ceniza el cuerpo, sana la apariencia.
Mi mal consulté al Conde,
y asegurando que en mi esposa bella
sangre ilustre se esconde,
caséme amante y me ilustré con ella,
que acudí, como es justo,
primero a la opinión y luego al gusto.
Vivo en feliz estado,
aunque no sé quién es y ella lo ignora,
secreto reservado
al Conde, que la estima y que la adora;
ni jamás ha sabido
que nació noble el que eligió marido
mi Blanca, esposa amada,
que divertida entre sencilla gente
de su jardín traslada
puros jazmines a su blanca frente.
Mas ya todo me avisa
que sale Blanca, pues que brota risa.
(Salen DOÑA BLANCA, labradora, con flores, BRAS, TERESA, y BELARDO, viejo, y MÚSICOS pastores.)
MÚSICOS Ésta es blanca como el sol,
que la nieve no.
Ésta es hermosa y lozana,
como el sol,
que parece a la mañana,
como el sol,
que aquestos campos alegra,
como el sol,
con quien es la nieve negra,
y del almendro la flor.
Ésta es blanca como el sol,
que la nieve no.
DON GARCÍA
Esposa, Blanca querida,
injustos son tus rigores,
si por dar vida a las flores
me quitas a mí la vida.
DOÑA BLANCA
Mal daré vida a las flores
cuando pisarlas suceda,
pues mi vida ausente queda
adonde animas amores;
porque así quiero, García,
sabiendo cuánto me quieres,
que si tu vida perdieres,
puedas vivir con la mía.
DON GARCÍA
No habrá merced que sea mucha,
Blanca, ni grande favor
si le mides con mi amor.
DOÑA BLANCA
¿Tanto me quieres?
DON GARCÍA
Escucha:
No quiere el segador al aura fría,
ni por abril el agua mis sembrados,
ni yerba en mi dehesa mis ganados,
ni los pastores la estación umbría,
ni el enfermo la alegre luz del día,
la noche los gañanes fatigados,
blandas corrientes de amenos prados,
más que te quiero, dulce esposa mía;
que si hasta hoy su amor desde el primero
hombre juntaran, cuando así te ofreces,
en un sujeto a todos les prefiero;
y aunque sé, Blanca, que mi fe agradeces,
y no puedo querer más que te quiero,
aun no te quiero como tú mereces.
DOÑA BLANCA
No quieren más las flores al rocío,
que en los fragantes vasos el sol bebe;
las arboledas la deshecha nieve,
que es cima de cristal y después río;
el índice de piedra al norte frío,
el caminante al iris cuando llueve,
la obscura noche la traición aleve,
más que te quiero, dulce esposo mío;
porque es mi amor tan grande, que a tu nombre
como a cosa divina construyera
aras donde adorarle, y no te asombre,
porque si el ser de Dios no conociera,
dejara de adorarte como hombre,
y por Dios te adorara y te tuviera.
BRAS
Pues están Blanca y García
como palomos de bien,
resquiebrémonos también,
porque desde ellotri día
tu carilla me engarrucha.
TERESA
Y a mí tu talle, mi Bras.
BRAS
Mas que te quiero yo más.
TERESA
¡Mas que no!
BRAS
Teresa, escucha:
Desde que te vi, Teresa,
en el arroyo a pracer,
ayudándote a torcer
los manteles de la mesa,
y torcidos y lavados,
nos dijo cierto estodiante:
«Así a un pobre pleiteante
suelen dejar los letrados»;
eres de mí tan querida
como lo es de un logrero
la vida de un caballero
que dio un juro de por vida.
(Sale TELLO.)
TELLO
Envidie, señor García,
vuestra vida el más dichoso.
Sólo en vos reina el reposo.
DOÑA BLANCA
¿Qué hay, Tello?
TELLO
¡Oh, señora mía!
¡Oh, Blanca hermosa, de donde
proceden cuantos jazmines
dan fragancia a los jardines!
Vuestras manos besa el Conde.
DOÑA BLANCA
¿Cómo está el Conde?
TELLO
Señora,
a vuestro servicio está.
DON GARCÍA
Pues, Tello, ¿qué hay por acá?
TELLO
Escuchad aparte agora:
Hoy, con toda diligencia,
me mandó que éste os dejase
y respuesta no esperase.
Con esto, dadme licencia.
DON GARCÍA
¿No descansaréis?
TELLO
Por vos 355
me quedara hasta otro día;
que no han de verme, García,
los que vienen cerca. Adiós...
(Vase.)
DON GARCÍA
El sobre escrito es a mí.
¿Mas que me riñe, porque
corto el donativo fue
que hice al Rey? Mas dice así:
«El Rey, señor don García,
que su ofrecimiento vio,
admirado preguntó
quién era vueseñoría;
díjele que un labrador
desengañado y discreto,
y a examinar va en secreto
su prudencia y su valor.
No se dé por entendido,
no diga quién es al Rey,
porque aunque estime su ley,
fue de su padre ofendido,
y sabe cuánto le enoja
quien su memoria despierta.
Quede adiós, y el Rey, advierta
que es el de la banda roja.
El conde de Orgaz, su amigo».
Rey Alfonso, si supieras
quién soy, ¡cómo previnieras
contra mi sangre el castigo
de un difunto padre!
DOÑA BLANCA
Esposo,
silencio y poco reposo
indicios de triste son.
¿Qué tienes?
DON GARCÍA
Mándame, Blanca,
en éste el Conde, que hospede
a unos señores.
DOÑA BLANCA
Bien puede,
pues tiene esta casa franca.
BRAS
De cuatro rayos con crines,
generación española,
de unos cometas con cola,
o aves, y al fin rocines,
que andan bien y vuelan mal,
cuatro bizarros señores
que parecen cazadores,
se apean en el portal.
DON GARCÍA
No te des por entendida
de que sabemos que vienen.
TERESA
¡Qué lindos talles que tienen!
BRAS
¡Pardiez, que es gente llocida!
(Salen el REY sin banda y DON MENDO con banda, y otros dos cazadores.)
REY
Guárdeos Dios, los labradores.
DON GARCÍA
(Ya veo al de la divisa.)
Caballeros de alta guisa,
Dios os dé bienes y honores.
¿Qué mandáis?
DON MENDO
¿Quién es aquí
García del Castañar?
DON GARCÍA
Yo soy, a vuestro mandar.
DON MENDO
Galán sois.
DON GARCÍA
Dios me hizo ansí.
BRAS
Mayoral de sus porqueros
só, y porque mucho valgo,
miren si los mando en algo
en mi oficio, caballeros,
que lo haré de mala gana,
como verán por la obra.
DON GARCÍA
¡Quita, bestia!
BRAS
El bestia sobra.
REY
¡Qué simplicidad tan sana!
Guárdeos Dios.
DON GARCÍA
Vuestra persona,
aunque vuestro nombre ignoro,
me aficiona.
BRAS
Es como un oro;
a mí también me inficiona.
DON MENDO
Llegamos al Castañar
volando un cuervo, supimos
de vuestra casa, y venimos
a verla y a descansar
un rato, mientras que pasa
el sol de aqueste horizonte.
DON GARCÍA
Para labrador de un monte
grande juzgaréis mi casa,
y aunque un albergue pequeño
para tal gente será,
sus defetos suplirá
la voluntad de su dueño.
DON MENDO
¿Nos conocéis?
DON GARCÍA
No, en verdad,
que nunca de aquí salimos.
DON MENDO
En la Cámara servimos
los cuatro a Su Majestad,
para serviros, García.
¿Quién es esta labradora?
DON GARCÍA
Mi mujer.
DON MENDO
Gocéis, señora,
tan honrada compañía
mil años, y el cielo os dé
más hijos que vuestras manos
arrojan al campo granos.
DOÑA BLANCA
No serán pocos, a fe.
DON MENDO
¿Cómo es vuestro nombre?
DOÑA BLANCA
Blanca.
DON MENDO
Con vuestra beldad conviene.
DOÑA BLANCA
No puede serlo quien tiene
la cara a los aires franca.
REY
Yo también, Blanca, deseo
que veáis siglos prolijos
los dos, y de vuestros hijos
veáis más nietos que veo
árboles en vuestra tierra,
siendo a vuestra sucesión
breve para habitación
cuanto descubre esa sierra.
BRAS
No digan más desatinos.
¡Qué poco en hablar reparan!
Si todo el campo pobraran,
¿dónde han de estar mis cochinos?
DON GARCÍA
Rústico entretenimiento
será para vos mi gente;
pues la ocasión lo consiente,
recebid sin cumplimiento
algún regalo de mi casa.
Tú disponlo, Blanca mía.
DON MENDO
(Llámala fuego, García,
pues el corazón me abrasa.)
REY
Tan hidalga voluntad
es admitirla nobleza.
DON GARCÍA
Con esta misma llaneza
sirviera a Su Majestad,
que aunque no le he visto, intento
servirle con afición.
REY
¿Para no verle hay razón?
DON GARCÍA ¡
Oh, señor, ese es gran cuento!
Dejalde para otro día.
Tú, Blanca, Bras y Teresa,
id a prevenir la mesa
con alguna niñería.
(Vanse.)
REY
Pues yo sé que el rey Alfonso
tiene noticia de vos.
DON MENDO
Testigos somos los dos.
DON GARCÍA
¿El Rey de un villano intonso?
REY
Y tanto el servicio admira
que hicisteis a su Corona,
ofreciendo ir en persona
a la guerra de Algecira,
que si la Corte seguís,
os ha de dar a su lado
el lugar más envidiado
de Palacio.
DON GARCÍA
¿Qué decís?
Más precio entre aquellos cerros
salir a la primer luz,
prevenido el arcabuz,
y que levanten mis perros
una banda de perdices,
y codicioso en la empresa,
seguirlas por la dehesa
con esperanzas felices
de verlas caer al suelo,
y cuando son a los ojos
pardas nubes con pies rojos,
batir sus alas al vuelo
y derribar esparcidas
tres o cuatro, y anhelando
mirar mis perros buscando
las que cayeron heridas,
con mi voz que los provoca,
y traerlas, que palpitan
a mis manos, que las quitan
con su gusto de su boca;
levantarlas, ver por dónde
entró entre la pluma el plomo,
volverme a mi casa, como
suele de la guerra el Conde
a Toledo, vencedor;
pelarlas dentro en mi casa,
perdigarlas en la brasa
y puestas en la asador,
con seis dedos de un pernil,
que a cuatro vueltas o tres,
pastilla de lumbre es,
y canela del Brasil;
y entregarlas a Teresa,
que con vinagre y aceite
y pimienta, sin afeite,
las pone en mi limpia mesa,
donde, en servicio de Dios,
una yo y otra mi esposa
nos comemos, que no hay cosa
como a dos perdices, dos;
y levantando una presa
dársela a Teresa, más
porque tenga envidia Bras
que por dársela a Teresa,
y arrojar a mis sabuesos
el esqueleto roído,
y oír por tono el crujido
de los dientes y los huesos,
y en el cristal transparente
brindar, y con mano franca
hacer la razón mi Blanca
con el cristal de una fuente;
levantar la mesa, dando
gracias a quien nos envía
el sustento cada día,
varias cosas platicando.
Que aqueso es el Castañar,
que en más estimo, señor,
que cuanta hacienda y honor
los reyes me pueden dar.
REY
Pues, ¿cómo al Rey ofrecéis
ir en persona a la guerra
si amáis tanto vuestra tierra?
DON GARCÍA
Perdonad, no lo entendéis.
El Rey es de un hombre honrado,
en necesidad sabida,
de la hacienda y de la vida
acreedor privilegiado;
agora, con pecho ardiente,
se parte al Andalucía
para estirpar la herejía,
sin dineros y sin gente;
así, le envié a ofrecer
mi vida, sin ambición,
por cumplir mi obligación
y porque me ha menester;
que como hacienda debida
al Rey le ofrecí de nuevo
este vida que le debo,
sin esperar que la pida.
REY
Pues, concluida la guerra,
¿no os quedaréis en Palacio?
DON GARCÍA
Vívese aquí más de espacio,
es más segura esta tierra.
REY
Posible es que os ofrezca
el Rey lugar soberano.
DON GARCÍA
¿Y es bien que le dé a un villano
el lugar que otro merezca?
REY
Elegir el Rey amigo
es distributiva ley.
Bien puede.
DON GARCÍA
Aunque pueda, el Rey
no lo acabará conmigo,
que es peligrosa amistad
y sé que no me conviene,
que a quien ama es el que tiene
más poca seguridad;
que por acá siempre he oído,
que vive más arriesgado
el hombre del Rey amado
que quien es aborrecido,
porque el uno se confía
y el otro se guarda dél.
Tuve yo un padre muy fiel,
que muchas veces decía,
dándome buenos consejos,
que tenía certidumbre
que era el Rey como la lumbre:
que calentaba de lejos
y desde cerca quemaba.
REY
También dicen más de dos
que suele hacer como Dios,
del lodo que se pisaba,
un hombre ilustrado, a quien
le venere el más bizarro.
DON GARCÍA
Muchos le han hecho de barro
y le han deshecho también.
REY
Sería el hombre imperfeto.
DON GARCÍA
Sea imperfeto o no sea,
el Rey, a quien no desea,
¿qué puede darle en efeto?
REY
Daráos premios.
DON GARCÍA
Y castigos.
REY
Daráos gobierno.
DON GARCÍA
Y cuidados.
REY
Daráos bienes.
DON GARCÍA
Envidiados.
REY
Daráos favor.
DON GARCÍA
Y enemigos.
Y no os tenéis que cansar,
que yo sé no me conviene
ni daré por cuanto tiene
un dedo del Castañar.
Esto sin que un punto ofenda
a sus reales resplandores,
mas lo que importa, señores,
es prevenir la merienda.
(Vase.)
REY
Poco el Conde lo encarece:
más es de lo que pensaba.
DON MENDO
La casa es bella.
REY
Estremada.
¿Cuál lo mejor os parece?
DON MENDO
Si ha de decir la fe mía
la verdad a Vuestra Alteza,
me parece la belleza
de la mujer de García.
REY
Es hermosa.
DON MENDO
Es celestial,
es ángel de nieve pura.
REY
¿Ése es amor?
DON MENDO
La hermosura,
¿a quién le parece mal?
REY
Cubríos, Mendo. ¿Qué hacéis?
Que quiero en la soledad
deponer la majestad.
DON MENDO
Mucho, Alfonso, recogéis
vuestros rayos, satisfecho
que sois por fe venerado,
tanto, que os habéis quitado
la roja banda del pecho
para encubriros y dar
aliento nuevo a mis bríos.
REY
No nos conozcan; cubríos,
que importa disimular.
DON MENDO
Rico hombre soy, y de hoy más.
Grande es bien que por vos quede.
REY
Pues ya lo dije, no puede
volver mi palabra atrás.
(Sale DOÑA BLANCA.)
DOÑA BLANCA
Entrad, si queréis, señores,
merendar, que ya os espera
como una primavera
la mesa llena de flores.
DON MENDO
¿Y qué tenéis que nos dar?
DOÑA BLANCA
¿Para qué saberlo quieren?
Comerán lo que les dieren,
pues que no lo han de pagar,
o quedaránse en ayunas;
mas nunca faltan, señores,
en casa de labradores
queso, arrope y aceitunas,
y blanco pan les prometo,
que amasamos yo y Teresa,
que pan blanco y limpia mesa
abren a un muerto las ganas;
uvas de un majuelo mío,
y en blanca miel de rocío,
berenjenas toledanas;
perdices en escabeche,
y de un jabalí, aunque fea,
una cabeza en jalea,
porque toda se aproveche;
cocido en vino, un jamón,
y un chorizo que provoque
a que con el vino aloque,
hagan todos la razón;
dos ánades y cecinas
cuantas los montes ofrecen,
cuyas hebras me parecen
deshojadas clavellinas,
que cuando vienen a estar
cada una de por sí,
como seda carmesí,
se pueden al torno hilar.
REY
Vamos, Blanca.
DOÑA BLANCA
Hidalgos, ea,
merienden y buena pro.
(Vanse el REY y los dos cazadores.)
DON MENDO
Labradora, ¿quién te vio
que amante no te desea?
DOÑA BLANCA
Venid y callad, señor.
DON MENDO
Cuanto previenes, trocara
a un plato que sazonara
en tu voluntad amor.
DOÑA BLANCA
Pues, decidme, cortesano,
el que trae la banda roja:
¿qué en mi casa se os antoja
para guisarle?
DON MENDO
Tu mano.
DOÑA BLANCA
Una mano en almodrote
de vaca os sabrá más bien;
guarde Dios mi mano, amén,
no se os antoje en jigote,
que harán, si la tienen gana,
si no hay quien los replique,
que se pique y se repique
la mano de una villana
para que un señor la coma.
DON MENDO
La voluntad la sazone
para mis labios.
DOÑA BLANCA
Perdone;
bien está San Pedro en Roma.
Y si no lo habéis sabido,
sabed, señor, en mi trato,
que sólo sirve ese plato
al gusto de mi marido,
y me lo paga muy bien,
sin lisonjas ni rodeos.
DON MENDO
Yo, con mi estado y deseos,
te lo pagaré también.
DOÑA BLANCA
En mejor mercadería
gastad los intentos vanos,
que no compraran gitanos
a la mujer de García,
que es muy ruda y montaraz.
DON MENDO
Y bella como una flor.
DOÑA BLANCA
¿Que de dónde soy, señor?
Para serviros, de Orgaz.
DON MENDO
Que eres del cielo sospecho,
y en el rigor, de la sierra.
DOÑA BLANCA
¿Son bobas las de mi tierra?
Merendad, y buen provecho.
DON MENDO
No me entiendes, Blanca mía.
DOÑA BLANCA
Bien entiendo vuestra trova,
que no es del todo boba
la de Orgaz, por vida mía.
DON MENDO Pues por tus ojos amados
que has de oírme, la de Orgaz.
DOÑA BLANCA
Tengamos la fiesta en paz;
entrad ya, que están sentados,
y tened más cortesía.
DON MENDO
Tú menos riguridad.
DOÑA BLANCA
Si no queréis, aguardad.
¡Ah, marido! ¡Hola, García!
(Sale DON GARCÍA.)
DON GARCÍA
¿Qué queréis, ojos divinos?
DOÑA BLANCA
Haced al señor entrar,
que no quiere hasta acabar
un cuento de Calaínos.
DON GARCÍA
(Aparte.
¡Si el cuento fuera de amor
del Rey, que Blanca me dice,
para ser siempre infelice!
Mas si viene a darme honor
Alfonso, no puede ser;
cuando no de mi linaje,
se me ha pegado del traje
la malicia y proceder.
Sin duda no quiere entrar
por no estar con sus criados
en una mesa sentados;
quiéroselo suplicar
de manera que no entienda
que le conozco). Señor,
entrad y haréisme favor
y alcanzad de la merienda
un bocado, que os le dan
con voluntad y sin paga,
y mejor provecho os haga
que no el bocado de Adán.
(Sale BRAS y saca algo de comer y un jarro cubierto.)
BRAS
Un caballero me envía
a decir como os espera.
DON MENDO
¿Cómo, Blanca, eres tan fiera?
(Vase.)
DOÑA BLANCA
Así me quiere García.
DON GARCÍA
¿Es el cuento?
DOÑA BLANCA
Proceder
en él quiere pertinaz;
mas déjala a la de Orgaz,
que ella sabrá responder.
(Vase.)
BRAS
Todos están en la mesa;
quiero, a solas y sentado,
mamarme lo que he arrugado,
sin que me viese Teresa. 780
¡Qué bien que se satisface
un hombre sin compañía!
Bebed, Bras, por vida mía.
(Dentro.)
Bebed vos.
BRAS
¿Yo? Que me place.
(Salen todos.)
REY
Caballero, ya declina
el sol al mar Oceano.
DON GARCÍA
Comed más, que aún es temprano;
ensanchad bien la pretina.
REY
Quieren estos caballeros
un ave en la tierra rasa,
volarla.
DON GARCÍA
Pues a mi casa
os volved.
REY
Obedeceros
no es posible.
DON GARCÍA
Cama blanda
ofrezco a todos, señores,
y con almohadas de flores,
sábanas nuevas de Holanda.
REY
Vuestro gusto fuera ley,
García, que no podemos,
que desde mañana hacemos
los cuatro semana al Rey,
y es fuerza estar en Palacio.
Blanca, adiós; adiós, García.
DON GARCÍA
El cielo os guarde.
REY
Otro día
hablaremos más despacio.
(Vase.)
DON MENDO
Labradora, hermosa mía,
ten de mi dolor memoria.
DOÑA BLANCA
Caballero, aquesa historia
se ha de tratar con García.
DON GARCÍA
¿Qué decís?
DON MENDO
Que dé a los dos
el Cielo vida y contento.
DOÑA BLANCA
Adiós, señor, el del cuento.
DON MENDO
(¡Muerto voy!). Adiós.
DON GARCÍA
Adiós.
Y tú, bella como el Cielo,
ven al jardín, que convida
con dulce paz a mi vida,
sin consumirla el anhelo
del pretendiente que aguarda
el mal seguro favor,
la sequedad del señor,
ni la provisión que tarda,
ni la esperanza que yerra,
ni la ambición arrogante
del que, armado de diamante
busca al contrario en la guerra,
ni por los mares el Norte,
que envidia pudiera dar
a cuantos del Castañar
van esta tarde a la Corte.
Mas por tus divinos ojos,
adorada Blanca mía,
que es hoy el primero día
que he tropezado en enojos.
DOÑA BLANCA
¿De qué son tus descontentos?
DON GARCÍA
Del cuento del cortesano.
DOÑA BLANCA
Vamos al jardín, hermano,
que esos son cuentos de cuentos.