Villa de Orgaz > Orgaz en los textos > Textos literarios

Villa de Orgaz

ORGAZ EN LOS TEXTO
Textos literarios

La lozana andaluza


Francisco Delicado (c. 1475 - c. 1535)


   
La Lozana fue a casa de madona Clarina en Roma, encontrándola con dos médicos, siendo uno de ellos de Orgaz.


Mamotreto LIX


Cómo la Lozana fue a casa de madona Clarina, favorida, y encontró con dos médicos, y el uno era cirúgico, y todos dos dicen



[MÉDICOS.-]  ¡Señora Lozana!, ¿adónde se va? ¿Qué especiería es esa que debajo lleváis? ¿Hay curas? ¿Hay curas? ¡Danos parte!


LOZANA.-  Señores míos, la parte por el todo, y el todo por la parte, y yo que soy presta para sus servicios.


FÍSICO.-  Señora Lozana, habéis de saber que, si todos los médicos que al presente nos hallamos en Roma nos juntásemos de acuerdo, que debíamos hacer lo que antiguamente hicieron nuestros antecesores: en la Vía de San Sebastián estaban unas tres fosas llenas de agua, la cual agua era natural y tenía esta virtud, que cuantas personas tenían mal de la cintura abajo iban allí tres veces una semana, y entraban en aquellas fosas de pies, y estaban allí dos horas por vuelta, y así sanaban de cualquier mal que tuviesen en las partes inferiores, de modo que los médicos de aquel tiempo no podían medicar sino de la cintura arriba; visto esto, fueron todos y cegaron estos fosos o manantíos, e hicieron que un arroyo que iba por otra parte que pasase por encima porque no se hallasen, y ahora aquel arroyo tiene la misma virtud para los caballos y mulas represas, y finalmente, a todas las bestias represas que allí meten sana, como habéis visto si habéis pasado por allí. Esto digo que debíamos hacer, pues que ni de la cintura arriba ni de la cintura abajo no nos dais parte.


CIRÚGICO.-  Señora Lozana, nosotros debíamos hacer con vos como hizo aquel médico pobre que entró en Andújar que, como vio y probó los muchos y buenos rábanos que allí nacen, se salió y se fue a otra tierra porque allí no podía él medicar, que los rábanos defendían las enfermedades. Digo que me habéis llevado de las manos más de seis personas que yo curaba que, como no les duelen las plagas, con lo que vos les habéis dicho no vienen a nosotros, y nosotros, si no duelen las heridas, metemos con qué duelan y escuezan, porque vean que sabemos algo cuando les quitamos aquel dolor. Asimismo a otros ponemos ungüento egipciaco, que tiene vinagre.


LOZANA.-  Como a caballos, ungüento de albéitares.


MÉDICO.-  «A los dientes no hay remedio sino pasarlos a cera», y vos mandáis que traigan mascando el almástiga, y que se los limpien con raíces de malvas cochas en vino, y mandaislos lavar con agua fría, que no hay mejor cosa para ellos, y para la cara y manos: lavar con agua fría y no caliente. Mas si lo decimos nosotros, no tornarán los pacientes, y así, es menester que huyamos de vos porque no concuerda vuestra medicación con nuestra cupida intención.


LOZANA.-  Señores míos, ya veo que me queréis motejar. Mis melecinas son: si pega, pega, y míroles a las manos como hace quien algo sabe. Señores, concluí que el médico y la medicina los sabios se sirven de él y de ella, mas no hay tan asno médico como el que quiere sanar el griñimón que Dios lo puso en su disposición. Si vuestras mercedes quieren un poco de favor con madona Clarina en pago de mi maleficio, esperen aquí y haré a su señoría que hable a vuestras mercedes, que no será poco, y si tiene que medicarse en su fuente, entrarán vuestras mercedes aunque sea de rodillas.


CIRÚGICO.-  Pues sea así, señora Lozana, «diga barba qué haga». No querría que más valiese mi capa de lo que ésta gana. Ya es entrada: esperemos, y veremos la clareza que Dios puso en esta italiana, que dicen que, cuando bebe, se le parece el agua y se le pueden contar las venas. ¿Veislas las dos? Hable vuestra merced, que yo no sé qué le decir.


MÉDICO.-  Madona Clarina, séale recomendada la señora Lozana.


CLARINA.-  ¡Oída, me recomiendo!
Dime, Lozana, ¿quién son aquéllos?


LOZANA.-  Señora, el uno es de Orgaz y el otro de Jamilena, que medicaba e iba por leña, y metía todas las orinas juntas por saber el mal de la comunidad. Señora, vamos a la loja.


CLARINA.-  Andemos. Decime, ¿qué cosa hay aquí en aquesta escátula?


LOZANA.-  Madona, son unos polvos para los dientes, que no se caigan jamás.


CLARINA.-  ¿Y esto?


LOZANA.-  Para los ojos.


CLARINA.-  Dime, española, ¿es para mí?


LOZANA.-  Madona, no, que es para madona Albina, la de Aviñón.


CLARINA.-  ¡Vaya a la horca, dámelo a mí!


LOZANA.-  No lo hagáis, señora, que si vos supieseis lo que a ella le cuesta, que dos cueros de olio se han gastado, que ella compró que eran de más de cien años, por hacer esto poquito.


CLARINA.-  No te curar, Lozana, que non vollo que lei sea da tanto que abia questo, que yo te daró olio de ducenti ani, que me donó a mí micer incornato mio, trovato sota terra. Dime, ¿ha ella casa ni viña como que ho yo?


LOZANA.-  Sea de esta manera: tomad vos un poco, y dadme a mí otro poco porque le lleve, porque yo no pierda lo que me ha prometido. Que la pólvora no se halla así a quien la quiere, que se hace en el paraíso terrenal, y me la dio a mí un mi caro amante que yo tuve, que fue mi señor Diomedes, el segundo amor que yo tuve en este mundo, y a él se la dieron los turcos, que van y vienen casi a la continua. Y piense vuestra señoría que tal pólvora como esa no me la quitaría yo de mí por darla a otra si no tuviese gran necesidad, que no tengo pedazo de camisa ni de sábanas, y sobre toda la necesidad que tengo de un pabellón y de un tornalecho, que si no fuese esto que ella me prometió para cuando se lo llevase, no sería yo osada a quitar de mí una pólvora tan excelente, que si los dientes están bien apretados con ella, no se caerán jamás.


CLARINA.-  Vení acá, Lozana, abrí aquella caja grande, tomá dos pilas de tela romanesca para un pabellón. Va, abre aquel forcel, y tomá dos piezas de tela de Lodi para hacer sábanas, y tomá hilo malfetano para coserlo todo. Va, abre el otro forcel, y tomá dos piezas de cortinela para que hagáis camisas, y tomá otra pieza de tela romanesca para hacer camisas a vuestro nuevo marido.


LOZANA.-  Madona, mire vuestra señoría que yo de todo esto me contento; mas ¿cómo haremos, que el poltrón de mi preterido criado me descubrirá, porque ella misma le prometió unas calzas y un jubón?


CLARINA.-  Bien va, abre aquella otra caja y tomá un par de calzas nuevas y un jubón de raso, que hallarás cuatro; tomá el mejor y llamá la Esclavona que tome un canestro y vaya con vos a lle
varos estas cosas a vuestra casa; e id presto porque aquel acemilero no os tome el olio, que se podría hacer bálsamo, tanto es bueno. Y guardá, española, que no des a nadie de esto que me has dado a mí.


LOZANA.-  Madona, no; mas haré de esta manera, que pistaré el almáciga y la grana y el alumbre, y se lo daré, y diré que sea esa misma, y haré un poco de olio de habas, y diré que se lo ponga con el colirio, que es apropiado para los ojos, y así no sabrá que vuestra señoría tiene lo más perfecto.


CLARINA.-  Andá y hacé así, por mi amor, y no de otro modo, y recomendadme a vuestro marido, micer Rampín.


________________________________

Texto tomado de : DELICADO, Francisco : La lozana andaluza.— Disponible en www.cervantes virtual.com


Volver a Personajes
Volver a la seccion "Textos literarios"

Creative Commons License Los contenidos de esta web estan bajo una licencia de Creative Commons .

Creación: jnoviembre 1998 / Última modificación: