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ORGAZ EN LOS TEXTO
Textos literarios

Ángel Guerra


Pérez Galdos, Benito (1843-1920)

 

El  capítulo  III  de la segunda parte de la novela “Ángel Guerra”, de  Pérez Galdós,  lleva por título “ Días toledanos”, precisamente porque el protagonista,  llamado Ángel Guerra,  viaja a Toledo. Su antigua amante, Dulce,  que acaba de trasladarse de Madrid a Toledo por cuestiones de una herencia,  se encuentra hospedada con su familia en una posada de la C/ Sillería y Guerra va a visitarla. El siguiente texto es parte de la conversación de Dulce con Guerra.

 

FRAGMENTO DEL TEXTO

 

 “A cada instante entraban arrieros con caballerías, en cuyas cargas blanqueaban los toques de nieve, así como en los sombreros redondos de los hombres, vestidos de paño de color de oveja negra, algunos con capa burda, que sacudían al entrar. Descargaban las caballerías y las llevaban a darles pienso, y pateando fuerte para entrar en calor, se iban a la cocina a calentarse. Tufo espeso de fritangas, humazo de leña verde y de paja llenaban el edificio, y por todo él oíanse las entonadas voces de los huéspedes, que a gritos, como es costumbre en la gente aldeana, daban cuenta del mal estado de los caminos. Subió Ángel, y en el pasillo de puertas verdes numeradas, encontró a Dulce que al encuentro le salía, y se abrazaron con muestras de mutuo cariño, como si nada hubiera pasado».

«Hijo mío, te esperaba, cree que te esperaba. No podías tú dejar de venir, ni yo acostumbrarme a la idea de que no vinieras».

A Guerra le sorprendió la flaqueza cimbreante de su antiguo amor, a quien veía como si hubiera mediado una ausencia de dos o tres años. Llevole Dulce   a un aposento cuyo techo se cogía con las manos, y cuyo piso de baldosín más bien parecía tejado, por la inclinación. En el mezquino rectángulo de la tal pieza había dos camas jorobadas, con mantas sucias y sin colcha, como las de los hospitales, un espejo guasón que ponía en solfa las caras, torciéndoles los ojos y llenándolas de flemones, una percha manca, un barreño con lañaduras, y dos o tres baúles en representación de las sillas y sofás ausentes.

-¡Ay, hijo -prosiguió Dulce-, no puedes figurarte lo mal que estoy! Yo me habría ido a otra casa mejor; pero mamá se empeñó en venir aquí por estar al lado de la familia. No puedo acostumbrarme a estos cuartos horribles, a estos pisos que parecen la montaña rusa, a este desamparo, a este frío. Luego, el ruido, ¡pero qué ruido, qué barullo toda la noche y todo el santo día! No cesan de entrar y salir paletos con mulas y caballos, dando unas patadas... A media noche salen el coche de Illescas, el de Orgaz, y qué sé yo qué... Todo se vuelve gritos, relinchos, coces... ¿Has visto alguna vez cuartos más indecentes? No soy yo para esto, acostumbrada a mi casita modesta, pero cómoda y limpia.

Compadecido y lleno de piedad, Guerra le prometi ó mejorarla de alojamiento, y cuidar de ella y de su salud.”

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Texto tomado de: PÉREZ GALDOS, Benito: Ángel Guerra .- México: Editorial Porrúa, 1985,p. 194


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Creación: jnoviembre 1998 / Última modificación: