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ORGAZ EN LOS TEXTO
Textos literarios

Pregón de la Fiesta de primavera de 1972

José Ferrand, Marqués de Amposta


Discurso pronunciado por D. José Ferranz, Marqués de Amposta, en el patio de armas del castillo de Orgaz, la noche del 30 de abril de 1972, como mantenedor de las VI Fiestas de Primavera.

Exordio:

Como una tremenda uña roja, levantada por piedra de ese color, se clava en los cielos con una altivez majestuosa y arrogante la Sierra de Los Yébenes.

Nos situamos a fines del siglo XVIII y, rememorando un instante, es decir, volviendo atrás el hilo de la vida, vemos sobre ella un cortejo curioso.  Es un pequeño escuadrón de soldados, caminando casi somnolientos.  Los oficiales, usan peluca y petacade rape y, los soldados, mechones largos de pelo propio atados con lacito negro.  Casacas empolvadas por el Camino Grande de Toledo a Ciudad  Real, serpenteando ahora con nombre de carretera la anciana vía casi intacta de los romanos.  Es la misma que los Fúcares "cajeros de Carlos V", señor de Europa y América, usaron para sacar de Almagro el valioso mercurio,

Orgaz y Sierra de Yébenes

Orgaz . Sierra de Yébenes al fondo

entonces "azogue", en cuyos espejos iban a mirarse las damas de los dos continentes. En medio del pelotón, varios carros, cargados a colmo, hacen chirriar sus galgas, puerto ya abajo, refrescando con el frenazo a las sudorosas bestias extenuadas que parecía imposible pudieran remontar.  Os puedo explicar, que están huyendo de la ruta clásica andaluza de Despeñaperros, porque está repleta de forajidos y aquí se lleva un inmenso caudal.  Por mis razones, todos estaréis pensando que el convoy va repleto de oro y de joyas... Si, efectivamente, si que son joyas pero no de metal, sino de papel. Son los amarillos legajos del Archivo de las Nuevas Indias, la joven América: Cédulas, rescriptos, amonestaciones y ordenes de Cancillería, que iban a Sevilla para quedar en ella bien guardados juntos.

Vemos así a la España de siempre por encima de los años, intemporal, no importa que pasada algunos ratos de moda o, como se dice hoy, ¡DESACTUALIZADA!  Hidalga hasta lo extremoso, piensa que este tesoro puede ser botín de los bandoleros.  Pero el mugre de las telas militares indica cuán corta anda de peculio la Administración para conducir valijas estimulantes para los cuatreros.  Más, nuestra patria es así, embriagada de historia, desgreñada, renegrida, reseca, esquelética, HEROICA.  Lo que fuimos, fuimos, y se protege de los supuestos bandidajes.

En esta misma Sierra, es por donde en 1809 Don Juan Bernuy, Conde de Castojal, seguido de orgaceños en masa despeña un destacamento de lanceros polacos del ejército francés y, cuatro años más tarde, en 1813, en el declive napoleónico, cuando se batía duramente el Regimiento de Ubrique, nervisos y bravos otra vez los orgaceños civiles toman sin orden de nadie parte inesperada en la pelea para remate triunfal sobre los invasores

Discurso:


 "DOÑAJIMENA”, evocado personaje descendiente y ascendiente de Reyes auténticos y no de festival, orgaceña magna; EXCELENCIAS, Señoras y señores:

Me impresiona ver tan alta representación de la Iglesia, del Estado y de la Milicia, y más casi todavía, como envidioso de Salomón que ansiaba sabiduría, dos Cruces de Alfonso X "El Sabio". Más, con independencia de mi efusivo respeto a tan preclarísimo auditorio, me he de rendir efusivamente a la galantería con una mención especial entre los asistentes. Y es ésta para la joven francesa Elizabeth Baranthon, señora del castillo francés de Tours, llamado Rigny, compañera entrañable de estudios de nuestra Jimena en el Colegio de Santa María de Huerta, que, como en los siglos pretéritos, acude ésta noche aquí, a Orgaz, desde su lejano castillo. Francia y Aragón fueron frecuentemente antagónicos por la concurrencia continua de intereses, pero Francia-Castilla es un binomio histórico que casa normalmente desde lo más remoto sus príncipes y Castilla tiene Patrona a nuestra Señora de la Peña de Francia. Pero, para más y mejor, la señorita de diez y nueve años, ha pasado hace solo cuarenta y ocho horas a ser señora, esposa del Doctor Bouquet, también aquí presente. Y desde la pequeña capilla del castillo, desposada por Su Excelencia el Arzobispo Ferrand, se ha presentado aquí, a cumplir su prometida visita a Jimena en la serena noche orgaceña. Perdonad, amiga francesa que éste marqués español, mitad campesino, mitad historiador, sin ser por ello nada completo, haya despeñado bastamente, como para empezar, lanceros polacos del ejército francés en el apogeo, descalabrando sin consideración a los vencedores de Austerlitz montarazmente, ladera abajo, en vuestra respetable presencia. Como indemnización, contar a vuestro regreso al importante Abogado del Estado francés, Don Claudio Barathon, vuestro padre, que también yo digo aquí que en toda nuestra Nación sigue rigiendo con algunas modificaciones forales el Código civil llamado "Napoleónico". Porque si rechazamos ásperamente la intromisión forzada, somos como europeos bien gustosos en aceptar -aún para siglos- esas normas jurídicas de convivencia que estadistas de la talla de Napoleón, con sus equipos tecnocráticos, supieron promulgar borrando nacionalidades, por encima de todas las fronteras de la geografía.

En el aspecto personal, de entrada, os puedo repetir que he venido esta noche aquí impresionado, no con bizarría ni con énfasis, sino con confesada cobardía, sin fingida incompetencia, sino con auténtico TEMOR. Dos factores son los que me acobardan: La falta de épica, puesto que no soy un poeta, como la noche lo merece, para cantar a la VIRGEN, al AMOR, que es PRIMAVERA y como conjunción de ello con la HISTORIA a Jimena, vértice de la trilogía. Posiblemente el temor de poder autenticar la figura de Jimena como orgaceña, también me acobardó bastante para llegar a salir de dudas, ya que me gusta la historia como vulgarmente se dice: sin trampas!.

Para animarme, me subieron allí a la aludida Sierra de Yébenes para presentarme a ORGAZ en la explanada. Repensando entonces en las viejas estampas del exordio me decidí a pensar, y acepté, pero no por lo pensado, sino por la vista impresionante del panorama vuestro. El poblado, blanco como un tremendo candeal, hablándome ya de virgo, de virginidades, de lo intacto. Esa inmensa sábana con sus millones de cepas y los dos tremendos macizos de la Arciprestal  y del Castillo, y luego, perforándolo, esa pequeña agujita del Socorro como pinchándome a decir, ANDA, ACEPTA, YO, TU MADRE, TE SOCORRERE...


--o--


Lleva la cristiana nave de España cinco siglos navegando y, en nuestra creencia, tiene una importancia sustantiva lo virginal, con la invocación continua hacia lo casto. El más prodigioso dogma es éste de la Mujer Virgen que sigue así después de Madre. Es el paradigma de la ejemplar doncellez de esta Criatura Única. Una buena reflexión para la integridad que precisa conservar incólume nuestra juventud frente a la destrucción íntima de la mujer por las corrientes materialistas. Y yo soy un padre sencillamente optimista respecto  al matrimonio, sacramento más amenazado y más actual que nunca. Porque el hombre apetece el candor virginal de lo intacto, la cosecha prometedora de simiente impecable y no las espigas marchitas y manoseadas. Y esta noche orgaceña de doncelleces, puede hablar bien de la lágrima que temblará para decir SÍal varón de por vida, para el más milagroso desdoble carnal con el que misteriosamente nos obsequia la Divinidad:

"LAS DULCES QUEJAS Y LA CAUSA DE ELLAS
LAS LAGRIMAS HERMOSAS QUE A LOS CIELOS
MOVIERON A DOLOR POR SER DE ESTRELLAS"

Al envolverse el ovillo del lino de mis años lIevándoseme de la madeja ya más de la mitad de la vida, con soplo de vientos desde todos los cuadrantes, sigo viendo muy claro que solo la virginidad puede seguir consiguiendo sin hastío la prodigiosa fabricación de los seres sin el embrutecimiento, siguiendo inacabable el canto del poeta,

"contenta con tus redes
a la playa arenosa
mojado me sacabas;
pero vivo, ¿qué importa?
Cuando de rojo nádar
se afeitaba la aurora,
más peces te llenaban
que ella lloraba aljófar.
Al bello sol que adoro,
enjuta ya la ropa,
nos daba una cabaña
la cama de sus hojas;
esposo me llamaba,
yo la llamaba esposa,
parándose de envidia
LA CELESTIAL ANTORCHA"

El dogma de la Virgen, proclamado en Castilla, en Villalpando y con promesas de confesión solemne de nuestras Universidades entre las primeras de la Tierra, tiene una frondosísima representación para el pueblo del arte, de la imaginería. Más de tres mil son contadas en España, coincidiendo a veces con hechos sorprendentes o milagrosos como el arriero de la nuestra. Más, esta Virgen del Socorro, no es como otras de estampa celtibérica, raza menudita prieta de físico, renegrida, musculosa, como ejemplo de mística serrana. Ni tampoco ampulosa y despampanante a lo barroco, como si retirara del jugoso bancal o de la acequia a su Niño para arropárselo mientras ese pedacito de carne abullonada es ordeñador codicioso del rebosante Pecho Divino. La Virgen del Socorro, es dijéramos equilibrada, ponderada, de proporciones templadas, sin excesos hacia uno u otro fuste. Y al ser tan equilibrada, la mente se desprende de la imagen y acude al nombre "DEL SOCORRO". Y la verdad es, amigos orgaceños, menestrales con buena pasta de señores, transformados tantas veces por la geografía estratégica de vuestro enclave geopolítico en guerrilleros o en milites a la fuerza, que eso, el SOCORRO, es lo que más habéis necesitado para caminar con vuestra historia hacia delante.

Y aunque estamos en una noche de tremendismos, convocados por el sitio, no puedo silenciar aquel milagroso socorro para los orgaceños aquella noche en que metidos aquí  los granos, la pólvora y el ganado planteasteis cara a cara, como de tú a tú, a DON CARLOS V, CESAR DE LA TIERRA, la  necesidad del cambio de trato para su política:

Habla el gran Echegaray diciéndonos,
"Qué noche aquella, qué inoche!
¡De Orgaz las viejas murallas
 pienso que aun hoy mismo roja
sangre de imperiale manan!
Allá en Toledo encerrándose
 la de Padilla levanta
con sus bravos comuneros,
el pendón de la venganza;
y en Orgaz, mi buen señor,
el Conde de Villafranca,
repite el eco de guerra,
de la noble doña Juana.
Viejos los torreone son ;
brechas hay en las murallas;
son escasos los pertrechos,
y és la gente bien escasa.
¿Qué importa? Donde hay coraje
sobran piedras y bombardas."

Cuando me adentré en éste recinto en mi aludida casi furtiva visita a Orgaz, pensé en lo enormemente difícil que es separar en la historia lo épico de lo verídico, como si alguien quisiera juntar dos líquidos sin mezclarlos. Y sobre los hechos precisos de la historia, oída la épica lucida de Echegaray , parece ser que el episodio pudo ser así sin la certeza de los detalles.

Una mujer orgaceña, entrada en años, de las que veo cara a mí sentada alguna, como reencarnada y dispuesta a repetir lo mismo, grita con feroz desgreñamiento de heroína carpetana, abierta de par en par para siempre la ventana de su historia:

Señor Conde cobarde. Miedica de Villafranca, cuando mis hijos Lorenzo y Magdaleno Asenjo se despeñaron ayer desde los manteletes muertos y yo misma estoy socarrada con las piernas cocidas por las bolas de fogata que para reducirnos Guzmán nos tira desde fuera hundiendo las techumbres ¿vais a hacer ahora pacto de entrega?. Cuando tenemos dentro grano y ganado para la resistencia y abarrotada la polvorería para volarnos sí la cosa viene ¿abriréis la poterna y allanaréis el foso?.

Caiga en tí la maldición mal Conde y peor Señor, ya que no vamos a acabar junto a los nuestros conforme teníamos juramentado!

Pero el Conde, medio manco, con la piel también requemada y los ojos hundidos, todavía le responde sereno:

Has perdido la razón Alberta, lo de los muchachos te ha enloquecido. Nunca hemos peleado los nobles Comuneros de Padilla por la anarquía ni contra el Rey, a muerte sin otra brega, sino a vida para la buena administración de lo nuestro a lo castellano. Ya hemos dado con vida y haciendas nuestra lección y hemos sido emplazados con promesas de crédito si deponemos como vasallos sumisos y talante aceptable.
Siento más que si fueran míos lo de tus hijos y lo del pequeño Felipe Corrales, muerto también al amanecer de hoy cuando asomó ballesta. Pero lo pactado y conseguido
es el fruto que nos dejan con el relevo de mi espada.

¡Asoma vocero, asoma, y levanta trapo blanco!

¡ Abrir los portones y afuera!

Primera la carreta de los muertos. Son, sitiador Señor Capitán Guzmán, sabedlo, los mejores orgaceños que han comprado la felicidad futura de España con su mustio cuerpo.

Detrás, todo el grupo que ha sido mi alferecía, militares ocasionales, mutilados delante, detrás todos heridos, ni uno siquiera intacto. No eran soldados, sino artesanos honrados de mi Señorio. lidefonso Trigueros, el talabartero que no hará ya más artes sin su brazo derecho; Lorenzo de la Barca, en las parihuelas, sin sus dos piernas, el que gustaba de pasear todas las tardes hasta Arisgotas. Solo recordar como las perdió, ardiendo, agarrota Señor Capitán mi garganta. Y el niño Alvar Montero, barbilampiño, el pequeñito de los Montero, dañado en forma que no se cómo volverá a su batán para batanar la lana.

Y, ahora, detrás de todos, el último yo, hasta hoy Conde de Villafranca y Señor de los orgaceños, Comunero honrado de Hermandad, con espada envainada y sin llevarla al cinto. Entregadla al Emperador, nuestro Rey de mi parte prendido en su palabra y con el desesperado amor de estos vasallos. ¡La Santa Maria nos socorra ahora y os de luz!

Cuando las lágrimas vidriadas de Alberta resbalaban, muda y respetuosa, se encontró delante con otra mirada igualmente respetuosa también, la de Guzmán, que contemplaba atónito el montón de espectros, aquél montón que nunca había contemplado en sitio alguno como Alférez de Tercios. El ayudó personalmente a curarlos, pasmado del heroísmo toledano de la jornada. Más allá, detrás de las montañas, en personal, uno de los mejores Cancilleres de Castilla, extranjero, de Lovaina, ayo del Emperador y futuro Papa Adriano VI, tomaba buena lección para su gran política de gobierno con acoplamientos administrativos adoptados de las iniciativas de los Comuneros.
Numancia llegó al incendio por no borrar lo nativo, lo ibérico.
Sagunto concluyó en lo mismo en honor de una de las cosas más grandes, la amistad.
Orgaz, llega a las brasas  para español izar la política de su Rey, por aquello de

"Ay dulce y cara España
madrastra de tus hijos verdaderos,
y, con piedad extraña,
piadosa madre y huésped de extranjeros!
Envidia en ti me mata;
que toda patria suele ser ingrata."

--o--


Más para salir de las melancolias, a las que de pasada me he referido tanto por la gratitud a estos imborrables sacrificios como por la alusión al SOCORRO providencial de la Virgen, voy a dulcificar la noche aludiendo a las damas de la Fiesta, a las doncellas, Doña Jimena, niña juguetona y revoltosa correteando por las placitas, representadas hoy por mi sobrina y sus amigas, las de los juegos de ayer casi infantiles, dos de ellas, mis propias hijas, invitadas tan gentilmente a compartir la celebraición.

Resulta complicado un poco comprender históricamente el nacimiento de la niña Jimena, vasalla galaicoleonesa pariente del Rey Emperador Fernando I en Orgaz, Reyno moro de Toledo. Pero no por ello es el argumento irracional, sino todo lo contrario. Para entenderlo, es preciso efectuar una regresión histórica ligera y actualizar los hechos para pensar como podría haber sucedido eso hoy. Por ejemplo, en la última guerra, el Cuerpo de Ejército de Galicia, llegó al Mediterráneo en sus avances, y cualquier jefe al que siguiera su esposa, como ocurría muchas veces al liberarse las provincias, pudo tener una hija en Benicarló. ¿Cómo expiicarían el hecho insólito de tener un gallego una hija en levante?, pues sencillamente, porque no tiene nada de insólito. A mí, hijo único, me siguieron toda la guerra mis padres por poblados cercanos a los frentes, y por desgracia, así perdí a mi madre muy lejos de nuestra nativa Valencia. ¿No podía igualmente haber tenido una hija lejos de casa si hubiera estado casado, nativa de lejana provi ncia?....

Desde Don Pelayo, que da contra los  moros el grito de Reconquista en Covadonga hasta Boabdil al entregar las llaves del último Reyno, Granada, a los Reyes Católicos, ¡PASAN OCHO SIGLOS!. Fernando I, podemos decir que casi monta a caballo sobre la media aritmética de la dominación musulmana, repasando el año 1.000. Y su tiempo, el siglo de su vida, no es ya de dominación musulmana, sino de dominación compartida porque los cristianos son ya enormemente fuertes. No se lucha constantemente, había convivencia y, como la discusión era por creencias, cuando la temperatura religiosa subía en exceso, se deshonraban mutuamente, se aborrecían, se perseguían y Io más execrable de todo, como hoy en Irlanda, al cabo de casi diez siglos, ¡SE DEGOLLABAN!.

Algo como esta convivencia ha sido en nuestro siglo el Protectorado de Marruecos, donde un gallego o leonés ha tenido hijos caballas o tetuanís.

Fernando I es el primer Rey Emperador de España, es decir Rey de Reyes, teniendo los Reynos de Galicia, León y Castilla y los "protectorados" pudiéramos decir de los Reynos moros de Zaragoza, Toledo, Sevilla y Granada, que todos pagan sus impuestos, llamados pecherías o parias, para tener respetadas y protegidas por tropas del Rey Fernando las fronteras. El Reyno de mayor superficie de España en el momento es el de Toledo, quince veces más grande que Aragón. Y su Rey moro, el hijo de El Tarik de Sevilla, que ya paga parias, tiene por su dilatado Norte las fronteras de los tres Reynos cristianos de Fernando. Las relaciones son tan amistosas y largas que casaran luego sus hijos Alfonso VI y La Mora de Toledo, de esta vecindad notoria.
 
Este asunto de las protecciones nos lo enseñaron Ios moros al invadirnos, exigiendo parias a los reyezuelos últimos mozárabes y a los futuros Reynos incipientes. Pero aprendida la fina lección musulmana, esa lección de política oriental, avanzada la Reconquista y pasados a ser los fuertes, somos los cristianos los que practicamos el mismo fuero holgadamente. Y no es que esto de las protecciones fuera una bicoca, como todo el arrendamiento de tropas, costumbre que han seguido hasta nuestros días pacíficos países como Suiza, tenían muchas veces sus quebrantos, por el caro desplazamiento de tropas de seguridad y policía de frontera mediante levas de gente armada en el territorio protegido, muchas veces caídas en emboscadas y con fuerte petición de rápido refresco.

Desplazado a ésta zona del estimado Reyno toledano, aliado del Rey, su pariente, el padre de Doña Jimena, para cobro de los tributos correspondientes, gobierno del pechado con seguridad de tropas, y, residencia en la zona, nada tiene de particular que nazca aquí su hija, la orgaceña, nuestra JIMENA.

Estando años más tarde, bastantes, en la blanca Valencia, la del Cid, con éste, su marido, ellos fundaron con los dos únicos reglones autógrafos del Cid que existen, la Catedral, en la antigua mezquita, con la advocación de LA SANTA MARIA.

Esto completa la trilogía de la noche: VIRGEN, AMOR, HISTORIA, en Vos, Señora Doncella. Y yo, como pésimo embajador, encubro mi incapacidad evocativa mejor, en este detalle de traeros la Virgen de donde Vos y el Cid nos la instaurasteis y tanto os socorrió mil veces, ya nosotros luego.

MARIA DEL SOCORRO, QUE ELLA SIEMPRE NOS AMPARE.

He dicho.

 

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Debo este texto a
José María de Arce Serrano. Gracias !

D. José Ferranz es Catedrático de Historia antigua de la Facultad de Filosofía y Letras de Valencia

Sobre las VI Fiestas de Primavera: ver noticia


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Creación: junio 2003 / Última modificación: