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CÁNDIDO MARIA TRIGUEROS

Literato, 1736-1798


  Sumario:
Datos biográficos
Semblanza
Obras
Refundiciones
Bibliografía


Semblanza de Trigueros


"Su débil constitución física lo obligó a vivir en la ciudad de Carmona, dados sus favorables rasgos climáticos, por espacio de casi treinta años. Desde 1757 pasó de Sevilla a Carmona, aunque de manera permanente sólo a partir de 1771, en calidad de subdiácono de las iglesias de San Bartolomé y Santa María la Blanca de Pilas. Durante su estancia carmonense pudo dar curso a su interés por la botánica, la literatura, el estudio de las antigüedades y de las lenguas antiguas, etc. Desde 1758 formará parte de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras que cobijaba a la intelectualidad sevillana, del mismo modo desde 1778 se integrará como socio correspondiente a la Sociedad Económica de Sevilla. De hecho Trigueros fue un activo animador de la vida cultural sevillana, su vinculación con Olavide, Jovellanos, el Conde de Lerena, etc. se constituyen en algunos de los hitos que permiten comprender tanto sui devenir futuro como el lugar que ocupó en el contexto del movimiento ilustrado españpol. Entre 1785 y 1786 se produce su traslado a Madrid como segundo biliotecario de los Reales Estudios de San Isidro, la institución educativa que Carlos III creara a raiz de la expulsión de los Jesuitas. Su tarea erudita lo llevó a cubrir distintos campos del saber según la convicción ilustrada, botánica, literatura, historia, etc. y más allá de los logros científicos o estéticos de sus obras, resulta valioso indagar en el carácter de su trayectoria intelectual en tanto un ejemplo notorio de erudito ilistrado" (1)

 

Reproducco a continuación algunos párrafos de la "Historia de la literatura española" de N.
GLENDINNING, en los que podemos apreciar la dimensión de Trigueros como literato:

LITERATURA Y SOCIEDAD EN ESPAÑA (pp. 16-17)

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Otras personas se sintieron, además, interesadas en las soluciones a los problemas de índole social o política de España. No todos aceptaban la jerarquía tradicional de la sociedad, y Cadalso, en la tercera noche de sus Noches lúgubres (¿1771?), se refería a las clases como «arbitrarias e inútiles». La crítica de la ociosidad de las clases elevadas se hizo sobre todo común a finales de siglo, a la vista de los cambios que habían tenido lugar en otras sociedades. La situación debería mejorarse -creyeron algunos- mediante la ruptura de «aquel vínculo, con el que atadas [las riquezas] a ciertas manos y a ciertos cuerpos, son impedidas de correr a unirse, como el hierro con el imán, con la industria, con la aplicación, con el trabajo, con el mérito» (El Censor, Discurso 9, Madrid, 1781). En una de sus Odas filosóficas de 1770, el poeta y dramaturgo Cándido María de Trigueros opinaba que las medidas legales debían tomarse contra la ociosidad de los ricos, formulando sus argumentos en pareados llenos de fuerza persuasiva.
 

El morador antiguo del Nilo celebrado 
El ocio castigaba como crimen de estado: 
A los que nada hacían, Solón los desterraba, 
Dracón con muerte dura severo castigaba, 
Y espirar los hacían los antiguos Germanos 
Sumidos en el sucio fango de sus pantanos. 
De todas estas gentes la razón admirada 
Detesta nuestros nobles, que no sirven de nada. 
Entretanto nosotros, con soberbia fiereza 
El ocio consagramos a la antigua nobleza. 
Sus celebrados padres, que tan útiles fueron 
Derecho de no serlo por herencia les dieron. 
Inútiles estorbos entre los ciudadanos 
Nacieron sólo para adorarse así vanos.


Estas críticas dirigidas contra la inactiva aristocracia, que se fusionaron a veces con las actitudes igualitarias que flotaban en la atmósfera de finales del siglo XVIII. se hacen plenamente comprensibles en el contexto de la historia española. .../...

LITERATURA Y SOCIEDAD EN ESPAÑA (p. 47)

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La atracción que el periódico ejerció durante la segunda mitad del siglo XVIII sobre los escritores españoles viene corroborada, de modo mucho más claro todavía, por la decisión que tomó Nicolás Fernández de Moratín de publicar por este procedimiento selecciones de sus poemas, en 1760 (El poeta), y por la decisión de idéntica forma de publicación que llevó a cabo Clavijo y Fajardo con sus ensayos satíricos (El pensador, Madrid, 1762-1767). La afición a los periódicos condujo asimismo a Trigueros a editar en 1770 sus Poemas filosóficos en forma seriada en lugar de hacerlo de una sola vez; afición que llega a convertirse en una especie de manía en algunos de los escritores de menor importancia, a juzgar por el caso de Lucas Alemán y Aguado, editor jefe del Correo de Madrid y autor, por lo menos, de ochenta y cuatro volúmenes manuscritos de publicaciones periódicas .../...

LITERATURA Y SOCIEDAD EN ESPAÑA (pp. 55-56)

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Las reediciones de los autores de los siglos XVI y XVII contribuyeron además a modelar, reflejándolo a un tiempo, el gusto del siglo XVIII. Para satisfacer una demanda que nada tenía que ver con el desarrollo del Neoclasicismo, se imprimieron de nuevo autores como Calderón, Lozano y María de Zayas, por ejemplo. La mayoría de autores de los siglos XVI y XVII que llenan los nueve volúmenes del Parnaso español, publicado por primera vez por Ibarra y Sancha entre 1768 y 1778 ", se destinaron a proporcionar paradigmas del «buen gusto». Idéntico propósito subyace a la edición de Garcilaso llevada a efecto por Azara
(1765) y a toda una serie de clásicos castellanos publicada bajo la dirección general de Ramón Fernández (padre Estala), en la que se incluyen volúmenes de poesía de Herrera, Jáuregui y los hermanos Argensola, por ejemplo. Fueron reimpresos también durante este período las anacreónticas, los sáficos-adónicos y las latinas de Villegas que contaron con enorme influencia, y en los que convivía la forma y elegancia clásicas con la sensualidad que de modo tan particular cautivaría al siglo XVIII. Todas estas publicaciones reflejan, o moldean, el gusto literario del siglo XVIII. En el caso de Villegas, por ejemplo, se deja ver bien a las claras que el interés hacia este poeta llevó a la reedición de sus obras; lo habían alabado, en efecto, Luzán y Luis José Velázquez, mientras que Nicolás Fernández de Moratín y José Cadalso lo habían imitado ya con anterioridad a su edición de 1774, que fue publicada nuevamente por Sancha en 1797. Un caso parecido es el de Cándido María de Trigueros en sus Poesías de Melchor Díaz de Toledo (Sevilla, 1776) .../...

LA POESÍA (pp. 123-124)

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Dejaron sentirse ya entre los contemporáneos mismos de Cadalso, así como entre sus jóvenes amigos, las resonancias de los poetas extranjeros. En la misma obra de Cadalso puede encontrarse cierto influjo del poeta inglés Edward Young, aunque por otra parte, el impacto de Pope, Thomson y Milton es mucho más notorio por lo que respecta a otros . Muy posiblemente la obra de estos poetas extranjeros despertó el interés durante este período, a causa sobre todo de su contenido filosófico y social, asuntos propios, desde luego, para una clase de poesía en la que impera como criterio fundamental el de la utilidad. De tales influencias se aprovecha una colección de poemas publicado en 1770 en Sevilla por Cándido María de Trigueros en la que se sigue muy de cerca al Essay on Man de Pope, en cierto número de estrofas. Este último autor ínglés constituyó, en efecto, un modelo para uno de los poemas de Meléndez Valdés , aunque en él pueden verse también resonancias de Young. .../...

EL TEATRO (p. 159-160 )

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Aunque los dramaturgos de Madrid se vieran incitados a escribir tragedias en parte para mostrar a los críticos extranjeros que eran capaces de hacerlo, y en parte también por el apoyo que oficialmente les dispensaba Aranda -Don Sancho García de Cadalso, por ejemplo, se vio representado privadamente en el palacio del propio Aranda en Madrid de igual modo, al parecer, que otras piezas-, la tragedia no fue con todo despreciada en las restantes partes de España. De modo especial, en Sevilla, y a finales de los años sesenta y comienzos de los setenta, durante el tiempo en que Olavide era allí «asistente», escritores como Trigueros (1736-1800) y Jovellanos cultivaron el género. La tragedia de TriguerosEl Viting (o el Witingo) fue compuesta antes de 1770, ya que su representación en Madrid fue prohibida aquel año, al mismo tiempo que la pieza perdida de Cadalso Solaya o los Circasianos . De coincidir, en efecto, el texto de la edición no fechada de Barcelona, editada por Juan Francisco Piferrer, con la versión que leyera el censor de Madrid, los motivos de la prohibición aparecen claros. Uno de los temas de esta obra es el intento de magnicidio del emperador de China, Zunquing, aunque el tono dramático dominante, el pathos, surja más bien de la persecución injusta de su inocente hijo mayor Viting, a causa de las sospechas de la conjura. La conclusión de la obra convierte en virtud el respeto hacia la familia y hacia el rey, y se implica constantemente el que el cielo apoye estos valores tradicionales.

No podemos, por lo tanto, ver en ella una soflama subversiva o revolucionaría, y su interés artístico reside, tal vez, en su exótica ambientación en el Extremo Oriente y en ciertos de sus efectos espectaculares. El sistema de versificación es extremadamente simple: una sola clase de asonancia para cada acto, que debió de hacer al drama notablemente monótono en su representación. .../...

EL SIGLO XVIII EL TEATRO (pp. 186-187)

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Otro aspecto en el que los dramaturgos más populares transparentan el influjo de escritores más preocupados por lo social lo constituye el paulatino desarrollo de un teatro netamente burgués. (...) . Explícitamente, sin embargo, recomendaba Moratín a los escritores que buscasen «en la clase media de la sociedad los argumentos, los personajes, los caracteres, las pasiones y el estilo en que debe expresarías» ". Estas opiniones fueron, sin duda,
compartidas por Cándido María Trigueros, cuya pieza galardonada con un premio, Los menestrales, se representó en Madrid en 1784 con ocasión de celebrarse el nacimiento de dos infantes y de las conclusiones de las negociaciones de paz con Inglaterra. Acepta, pues, Trigueros la opinión común de su época de que la auténtica nobleza reside en la utilidad a la sociedad antes que en los títulos. Pero la alta sociedad aún precede a la baja y «tan bueno es el alto como el bajo»"; el artesano no debe aspirar, en consecuencia, a elevarse de su condición. Se encuentra latente, con todo, en muchas de las obras de este período, tragedias a la vez que comedias, un impulso hacia una sociedad diferente menos jerarquizado, un cierto sentido de la injusticia del statu quo, al igual que está latente también la discusión de la moralidad en términos sociales más bien que religiosos. La censura eclesiástica y gubernamental, sin duda, refrenaron muchas de estas ideas. Da la impresión, sin embargo, de que los autores estaban comenzando a expresar simultáneamente puntos de vista modernos y convencionales, y que se dirigen a las minorías -y no tan sólo a las minorías directoras- tanto como a la inmensa mayoría. El teatro, sin embargo, más que ningún otro género literario del siglo XVIII, tiende a destruir una tiranía para aceptar otra. Y si renuncia a la protección de los reyes y de los nobles, tiene que aceptar la del favor popular. .../...

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(1) FIGUEROA Marcelo F. : "Curiosidades de este remoto duende..." Cándido María
Trigueros y algunas formas de la comunicación erudita en el siglo XVIII
.—En I Jornadas de Historia y Patrimonio de la Provincia de Sevilla: una revisión historiográfica . Sevilla 15-25 de Noviembre de 2004 / coord. por Manuel García Fernández.-- Sevilla: Casa de la Provincia, 2007, págs. 227-236


(2)Tomado de GLENDINNING, N.: Historia de la literatura española. El siglo XVIII.- Barcelona: Ariel, 1974 (2ª ed.)


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Creación: julio 2000 / Última modificación: