Sumario:
Historia del cementerio
Lápidas funerarias
Epitafios

No lloréis nada por mí,
que al lado de Dios estoy,  
a quien pediré desde hoy
por los padres que perdí,
que si no los conocí, 
por lo escaso de mi edad,
me da Dios la facultad 
para por ellos pedir.

Tu que pasas  por  aquí 
y me  ves  cadáver  feo, 
yo me vi cual tú te ves 
y te verás cual  me veo.

Edad, belleza y salud, 
todo fueron vanidad, 
tierra, horror y fealdad,
este triste ataúd.

 Mis padres lloran sin consuelo
 y  yo  me regocijo en el cielo

Esposo, hijos, parientes, 
los que en el mundo quedáis. 
Solo quiero que pidáis, 
en oración ardientes,
por el alma del yacente 
en la losa que pisáis.

Pobre niña, murió en flor. 
Sus padres desconsolados,
la dedican desolados
este recuerdo de amor.  
Tierno  y sencillo capullo.
fue  aquel  ángel de esta flor 
del mundo al tenaz murmullo,
templaba ayer con su arrullo, 
de vuestro pecho el calor.

Basilia Gómez Gutiérrez; † 10.01.1869;
Edad: 20 meses 
(Imagen nº 11)

Aquí yaces, Antonia.
Tu ventura fue gozar
del amor de tu marido
y has logrado en la fría sepultura
hallar su cuerpo con el tuyo unido.

Ángel que estás en el cielo
a el Ser Supremo adorando, 
dejas tus padres llorando
alcánzales el consuelo.

Desde el cielo,
donde mora tu espíritu,
 hermoso niño, 
puedes saber,
cuánto lloran tus padres,
sin tu cariño.

Te sorprendió la muerte, 
dichoso tú, pues tu suerte 
al lado de Dios te pone,
 disfrutando para siempre 
de su adorable presencia. 

En la corte celestial 
entro triunfante y ufano, 
ángeles me dan la mano 
y una flor de su rosal.

Hijos queridos y esposa
por mi muerte no lloréis 
pues así no desearéis 
los gritos soberanos 
ser para mi más humanos 
o ese llanto deten 
repetir con caridad 
requiescan in pace amen.

Restos cubre aquesta losa 
de Casimira Dorado, 
quien siendo de honesto estado,
sucumbió  á parca honrosa,
si su enfermedad penosa
cortó el aliento vital, 
pasó un alma virginal, 
con fe y cristiandad patentes, 
llorada de sus parientes,
á la región celestial.

Esposo del alma mía, 
tu hija y yo sin consuelo, 
llorando  y pidiendo  á  Dios, 
que te haya llevado al cielo

Aquí el amor maternal 
lamenta una hija perdida, 
mas una voz celestial  le dice:
 madre querida no llores,
que estoy ceñida 
con la corona inmortal

.

Cincuenta y siete años contaba 
cuando la parca fatal 
cortó mi aliento vital
y al sepulcro me llevaban.

 Hijo fui, padre y abuelo, 
Eugenio Arroyo llamado, 
y a los cincuenta y cinco arrimado. 
pasé a la nada de un vuelo., 
Ojalá fuese  hacia el cielo, 
mi ultimo paso dado,
 y así decir con fervor
[continúa ilegible]

 Marcelina querida,  
bella flor arrancada de este suelo,  
adiós, y plegue al cielo 
que gocen a tu lado eternal  vida 
tu madre y tus amigos, que entre tanto 
derraman en tu tumba amargo llanto.

 Adiós, madre de mi vida 
por toda una eternidad
que nos dejas en el mundo 
recuerdos para llorar.

Bajo esta losa
la materia yace
 y por su alma damos
el Requiescant  in pace.

No lloréis madre y hermanos 
mi muerte tan horrorosa; 
pues aunque frías cenizas
se cubren bajo esta losa, 
mi alma en la gloria está
con palma, corona y rosas.

Mortal que a esta sepultura
en este instante has llegado,  
detén el paso,  que aquí
honor y honra está encerrado.

 El puro amor paternal, 
te consagra esta memoria. 
Tu en mansión feliz estás 
disfrutando eterna gloria.

 Adiós, ángel de mi amor, 
de mi corazón consuelo.
Adiós, mi vida, mi cielo,
Adiós, para siempre adiós. 
[continúa ilegible]

Catalina Martín de la Puerta Y Barbudo; † 03.04.1882 ;
Edad: 28 meses
(Imagen nº 40)

Te fuiste y nos dejaste 
en esta mansión sombría. 
Por tus padres en el cielo 
ruégale  a Dios, hija mía.